Día 4: Reunión (TenSemi)

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Más que una "reunión" es un reencuentro.

Semi se encontraba sentado frente al espejo, siendo testigo de cómo el delineador que le aplicaban en los ojos transformaba su expresión de desolación en alguna especie de máscara rockera de los ochenta

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Semi se encontraba sentado frente al espejo, siendo testigo de cómo el delineador que le aplicaban en los ojos transformaba su expresión de desolación en alguna especie de máscara rockera de los ochenta.

Era justo lo que necesitaba, pues faltaba tan solo media hora para subir al escenario; era buen momento para comenzar a ponerse en personaje.

Los tarareos de Yahaba, los cánticos de Kyoutani y los golpeteos que Terushima hacía en la mesa con sus baquetas estaban teniendo un impacto positivo en su estado de ánimo.

Rivales en el pasado; compañeros de banda en el presente.

Que esa energía se mantuviera en la habitación.

—Maquillaje listo —le dijo Kiyoko mientras se erguía y comenzaba a guardar los cosméticos en su pequeño maletín.

—Gracias —respondió él.

—Te ves genial —agregó Kiyoko antes de tomar su maletín y caminar hacia la mesa en donde se encontraba puesta su chaqueta, lista para irse. Su labor había acabado.

Semi hizo una mueca y simplemente dejó pasar ese comentario, sabiendo que Kiyoko no se tomaría a mal su silencio. En efecto, ella solo emitió una pequeña risa a sus espaldas.

Aprovechando que estaba en una silla giratoria, Semi se dio vuelta para quedar cara a cara con sus compañeros. Terushima fue el único en alzar su cabeza. El otro par seguía sincronizándose en el coro de la canción de apertura que tocarían.

—Los cumplidos no funcionan contigo, así que iré a la inversa: te ves todo un asco —dijo Terushima, con una sonrisa de autosuficiencia, pero sus ojos se abrieron en cuanto su mirada se encontró con la de la maquillista—. ¡Sin desmeritar tu labor, Shimizu!

—Deberías callarte —aconsejó Yahaba.

Semi sonrió. Kiyoko rio. Kyotani le palmeó la espalda a Terushima.

Era un caso perdido.

Agradecieron a Kiyoko por su labor y ella luego abandonó la habitación. Era pocas las veces que se quedaba a verlos. Según les había contado, solía ir a la universidad de su novio para reunirse con él y se iban a cenar después de eso.

La hora avanzaba.

Todo indicaba que ya era momento de salir a «rockear». Los cuatro se pusieron de pie, dándose una última arreglada frente al espejo. Yahaba le robó un beso a Kyoutani como parte de su ritual de antesala al concierto; Kyoutani se sonrojó y en respuesta, le arregló a su chico la chaqueta que traía puesta; Terushima aprovechó para burlarse de lo domesticados que estaban esos dos.

Semi se mantenía al margen, pero sonreía ante aquella dinámica porque, joder, aquella dinámica era lo que lo salvaba de no usar una botella de whiskey como recurso para infundirse las vibras adecuadas antes de los conciertos.

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