"Dos seres destinados a encontrarse para repararse".
Sinopsis
Caterina Costa, una chica de 25 años, tratando de mantenerse en pie, luchando diario con sus problemas depresivos, sus crisis y miedos.
Y ahora también luchando contra los sentimientos q...
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La culpa pesa más que el mismo acto.
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Como humanos nos acostumbramos a la rutina, nosotros mismos hacemos nuestra vida monótona por comodidad.
Tenía una humeante taza de café entre mis manos, mientras veía cada gota caer a través del cristal. Muchas personas prefieren el sol y el calor, yo sin embargo me gustaba sentir el frío de la brisa en invierno, calmar ese frío con café o chocolate caliente, me gustaba ver la lluvia caer y como las gotas impregnadas en el cristal bajan o se mantienen. También me gusta mojarme las manos con las primeras gotas de lluvia.
Mi vida era una rutina constante pero los días grises llenos de lluvia me parecían mágicos y especiales. Sonaba loco, lo sé.
Sonreí.
Mientras veía el paraje a mi mente vinieron unos ojos color verde.
Estuve tanto tiempo sola, estaba tan acostumbrada a estar sola, que había perdido la noción de cuándo fue la última vez que me sentí bien y no me di cuenta que caía hasta que estuve al borde de tocar el suelo; pero él cambio eso y me adapté a su presencia, a tenerlo cerca, me adapté a Jaime Santoro tan rápido que me sorprendía, estaba demasiado necesitada de afecto y eso fue más que suficiente para dejarlo entrar a mi vida.
La vida tan mierda de Caterina Costa. Lo menos que quería era arrastrar a otros a mi infierno, mi inestabilidad y lastimarlos a mi paso.
Aunque sin proponérmelo ahora tenía un amigo que me ofrecía un hombro cuando quería llorar, que trataba de consolarme y hacerme sonreír, que me abrazaba cuando tenía frío, que me iluminaba el camino, que me acompañaba en mi soledad; que por el momento me mantenía estable en un solo lugar, junto a él. El sentimiento de dependencia me daba miedo, pero me sentía segura. Estaba tan confundida.
Él se estaba volviendo indispensable en mi vida y eso me daba más miedo. Porque la vida te da y te quita a la vez; me daba tanto miedo perderlo, más si necesitaba tanto de él.
Mi teléfono sonó. Tomé el objeto que estaba en la mesa y contesté.
— ¡Hola! — La voz de Jaime al otro lado de la línea me hizo sonreír de forma automática — Como la lluvia nos interrumpió en nuestros planes. ¿Podrías... no sé, venir hasta acá y conversar un rato? — Me preguntó, podría jurar que él también estaba sonriendo, por la forma en la que había musitado aquellas palabras.