Era una tarde lluviosa, eso hacía el día aun mas extraño, aquí no llueve mucho, pero el día se había puesto de acuerdo con mis sentimientos, esa tarde hice algo que no suelo hacer... Subir una indirecta extremadamente directa a ti, solo quería lanzar la ultima señal antes de desaparecer.
Y la captaste...
Llegaste hasta a mi casa y tocaste la puerta, eso fue después de haber respondido esa historia en Instagram con tan solo una interrogante, en ese instante me arrepentí de tal estupidez, pero cuando solo nos separaba una puerta supe que ese plan de alejarme sería mas difícil de lo que había pensado.
Y es que solo eramos un par de niños enamorados uno del otro sin la valentía de expresar lo que sentimos por el otro, es lo que pasa cuando vives en una sociedad que ha vuelto un tabú el amor, quería abrir esa puerta y decirte que te amaba como a nadie en este mundo, que cuando veo tus ojos toda la tempestad dentro de mi desaparece, que mis manos sudan al verte y que mis piernas tiemblan cuando me tocas, que busco excusas para verte y que eres lo primero que pienso al despertar y lo ultimo al dormir, que estoy enamorada de ti desde hace seis años cuando te vi por primera vez...
Pero al abrir la puerta quedaste en blanco y pues yo solo permanecía parada esperando que uno de los dos rompiera con el silencio.
De tus labios salió un: Puedes acompañarme a robarle WiFi a tu vecino, pero de tus ojos solo salía un: No estoy bien, te necesito.
Y ese plan de alejarme desapareció por decimosexta vez, porque jamás te dejaría cuando necesitas a alguien que te recuerde quien eres, porque acostumbras a pensar que eres lo que dicen los pasillos y soy una de las pocas que realmente sabe de tu verdadera identidad.
Podrás hacerme pedazos por años, pero si me necesitaras toda la vida solo para tener a alguien que esté ahí para que te muestres como realmente eres, yo me dejaré destrozar una y mil veces.
Solo somos dos cobardes que se necesitan en silencio.
