Capitulo 2: Ideas macabras

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Capitulo 2

Ideas macabras

-Sigo sin entenderlo.

-Skye, no contestes a tu madre.

El gran salón de la Mansión Ory se encontraba desierto. Mi madre había ordenado a los demás elfos que abandonaran la habitación y cerraran las puertas antes de que yo intentara escapar al ver cómo me tendían aquella horrorosa carta de sello rojo que estampaba en el sombre el escudo de Hogwarts.

-Hija, están sucediendo cosas, y tu ya no eres una niña.

-Que buena observación, madre…

-¡Skye, no hables así a tu madre!

El grito de mi padre demostró una vez más como respaldaba a mi madre en todo. ¿Era amor? No. ¿Era lujuria? No. ¿Era deber? No. Entonces, ¿qué era? Bueno, simplemente mi “querido” padre, era el perro faldero de mi madre. La cual enmascaraba aquello con su matrimonio.

-Skye, -continuó mi madre haciéndome una seña para que me sentara. Solo por eso, no lo hice. Ella solo suspiró y me miró con sus ojos gélidos.- Irás a Hogwarts, tendrás amigos y harás honor a tu apellido. Estamos en tiempos difíciles, y necesitamos estar con las personas adecuadas. En épocas como estas, no es bueno quedarse solo.

Miré a mi madre con odio, nada nuevo.

-¿Y dime, querida madre? –el sarcasmo era visible en mi pregunta, pero mi padre no me reprendió.- ¿De verdad crees que te haré caso? Puede que me obligues ir a Hogwarts, pero quizás me apetezca más entablar amistad con sangres sucias…

El silencio que se dio en el gran salón de la mansión fue inevitable, pero para que eso pasara, la mano de mi padre tuvo que estamparse con fuerza en mi mejilla.

El ardor en mi cara fue tal, que hasta la marca de los dedos de mi asqueroso padre quedaron marcados. Aquella no era mi primera bofetada, y tampoco la última.

-¡¿Cómo te atreves a hablar así ante tus propios padres?! ¡¿Acaso no ves todo lo que te damos y hacemos por ti?! ¡Irás y cómo me llegue un solo rumor de alguna amistad con sangres sucia por parte tuya, juro por nuestro apellido que no vuelves a pisar esta casa!

Mi cara aún virada por el golpe del hombre que se hacía llamar mi padre, aún tenía la marca roja de su mano ardiendo en mi mejilla. Giré mi cabeza hacia él y aunque mis ganas de devolverle el golpe y millones más no lograban irse de mí,  me contuve al recordar cuando hace dos años, mi padre al darme la segunda bofetada se había dado cuenta de cómo levantaba la mano para pegarle, pero él me la agarró y después me rompió el brazo, así de “simple”.

En este momento solo lo miré con odio y me di la vuelta decidida a irme de allí, pero la voz de mi madre me detuvo, y me arrepiento por ello.

-En las vacaciones de Navidad vendrás a la mansión, conocerás a tu prometido.

Silencio, aquello sí que era silencio. Pero el portazo que di al salir del salón lo rompió.

Corrí por las escaleras de mármol tapado por una lujosa alfombra verde, pasando por los retratos antiguos de nuestra familia, y terminando por dar un segundo portazo al entrar en mi habitación.  

Caí al suelo nada más entrar al dormitorio y una solitaria lágrima recorrió mi mejilla tan rápido como yo logré quitarla. Puede que me griten, me peguen, me culpen y me torturen, pero hoy no será el día en que llore por lo que me hagan mis padres.

Me levanté con dificultad al sentir cómo el dolor de mi mejilla no disminuía en lo más mínimo, e incluso se acentuaba más.

-¡Drinky!

Llamé a mi elfo lo más alto que pude y me acerqué al armario más cercano, agarrando mi espejo de mano tirándolo a la cama. Cuando llegó mi querido elfo, y lo digo sin sarcasmo, me acerqué a él tapándome con la mano la parte de mi cara aún roja.

-Drinky, ¿puedes curarme esto?

-Por supuesto, señorita.

Chascando los dedos de su mano izquierda, noté cómo el leve ardor que quedaba desaparecía y levantándome me acerqué a la cama, cogí el pequeño espejo y acercándolo un poco más a mi mejilla vi cómo el color rojo era sustituido por mi color pálido de siempre.

Girándome hacia Drinky, el dediqué una sonrisa mientras le decía:

-¿Puedes hacerme un favor?

-Si es a usted, lo que sea señorita Ory.

-Vete a la habitación de mis padres y coge las llaves de las habitaciones de la mansión. ¡Qué nadie que te vea!

-Ahora mismo se las traigo, señorita.

Con otro chasquido el elfo se esfumó y aproveché para cerrar  las ventanas antes de que el frío entrara  al a habitación.

Me senté en mi cama y con impaciencia miré el lugar donde Drinky había desaparecido hasta que con un sonido inconfundible de aparición, la criatura me tendió las llaves en una reverencia.

-Drinky, cómo vuelvas a inclinarte delante de mí, seré yo la que te corte el pescuezo y no mis padres, ¿está claro?

El joven elfo, sonriente, despegó su nariz del suelo y me observó con atención, seguramente preguntándose lo más obvio:

-Señorita, Drinky se pregunta ¿para qué quiere las llaves de las habitaciones?

Sonriente miré mi mano derecha, que sostenía aquel llavero lleno de diferentes y únicas llaves que servían para abrir desde la puerta principal de la mansión Ory, hasta el más pequeño cajón con cerradura. 

Miré al único elfo de esta mansión que no había intentado matarme y dije lo que siempre decía, solo que esta vez, fue diferente.

-Voy a matarlos, Drinky.

Sangre de Slytherin.Where stories live. Discover now