—El único bastardo con el que quiero follar eres tú —digo provocativo, sin esperar el repentino sonrojo que cubre las mejillas del rubio. 

—Basta —susurra mirándome con deseo, apretando los puños—. Sabes que debemos comportarnos, no me tientes. 

¿Por qué ahora me dan más ganas de tentarlo?

Maldición, debo contenerme, alguien podría darse cuenta. 

—¿Qué sucede aquí? —la voz grave de mi padre nos interrumpe, haciéndome sentir escalofríos. El aire queda atrapado en mis pulmones impidiendo que respire. 

Él aparece delante de nosotros, con una mirada tranquila y serena, totalmente fingida. Si algo debo reconocerle a este monstruo es su excelente actuación, ni siquiera sus ojos muestran lo que siente en verdad. Pero lo conozco, yo sé que cuando me mira solo piensa en las ganas que tiene de golpearme. Quizás por eso detesto estas miradas cariñosas, porque reflejan un afecto inexistente, uno que jamás sintió ni sentirá. Muy pocas veces llegué a creer que sí podría tener cariño hacia mí, solo cuando era muy pequeño, cuando no sabía que estaba siendo maltratado y veía sus golpes como algo normal. Los padres deben amar, no lastimar. Era un niño, fue sencillo hacerme creer que las agresiones eran muestras de afecto, que si me pegaba era por algo, siempre terminaría siendo mi culpa. Pensar en mamá fue lo que sacó esas ideas erróneas de mi cabeza, sabía que ella no merecía ser lastimada, entonces me hizo cuestionar si realmente yo lo merecía o solo tenía un padre de mierda. Fue la última opción. 

No importa lo que Patrick haga, siempre será un monstruo.

Podrá vestirse elegante, podrá convencerse de que tiene a todos engañados, pero yo sé quién es, y eso nunca podrá cambiarlo. 

Se muestra imponente, con su traje perfecto de color azul marino que posiblemente le costó cientos de dólares. Su postura es firme, aunque sin denotar altivez, lo cual es jodidamente irónico ya que él suele mirar a los demás por encima de su hombro, como si fuesen pequeños insectos que está ansioso de pisar. Claro que aquí no es el lugar para hacerlo, él busca caerle bien a todos sus ''amigos'' empresarios y posibles activistas. Necesita de su aprobación, pero si no lo hiciera... sería el primero en despreciarlos. Me da rabia ver ese rostro calmado, ese cabello negro demasiado arreglado. Odio ver que tiene todo lo que desea, que incluso su maldito físico es atractivo, y con él consigue engañar a las personas. Alto, de espalda ancha, con un poco de musculatura. Ojos negros, llamativos. 

Una apariencia bonita ciega a muchos, impidiéndoles ver que debajo de ella puede esconderse el ser más repulsivo. 

Salgo de mi mente enseguida debido al gran ardor en mi hombro, miro hacia la zona encontrándome con la fuerte mano de mi padre, apretando furioso. 

—Siempre creí que tenías algún tipo de autismo, retardado —me susurra al oído, entre dientes—. Pero será mejor que te comportes como alguien normal, si no quieres que desfigure tu puto rostro. 

Se supone que estoy acostumbrado a sus comentarios humillantes... ¿Entonces por qué siento que mi garganta se seca? ¿Por qué esa sensación de asfixia se instala en mi cuerpo? ¿Y mis dientes? ¿Por qué se aprietan tanto que parecen a punto de romperse, lastimándome? 

Quiero cerrar los ojos con fuerza, reprimir el insulto que desea escapar de mis labios, pero termino encontrándome con la mirada iracunda de Aaron. Mira a Patrick como si quisiese desollarlo vivo, sobre todo su mano que aún me agarra con brutalidad. Sé que dejará moretones. 

—Todo está bien, señor —le dice el rubio, intentando sonar tranquilo. Mi padre levanta una ceja, soltándome para enseguida acercarse a él. 

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora