Capítulo 57

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Dmitry.

Poco a poco la temperatura normal de mi cuerpo va regresando.

Un fuego alto de una chimenea y a mi lado una botella del mejor tequila, calienta hasta el hielo del océano de Alaska.

Estoy solo en una habitación austera.

No me echaré a llorar, contadas son las veces que lo he hecho después de hace veinte y siete años.

El nudo te corta el aire, forma algo duro en medio de la boca del estómago y el esófago, se vuelve doloroso a medida de que pasa el tiempo, sientes que las manecillas del reloj no se mueven, siguen un mismo curso y un mismo patrón, el tiempo igual, tu dolor en aumento, llegas a creer que no lo lograrás, no obstante personas como yo, no nos centramos en eso, me centro en lo más interno y más fuerte que llevo.

¿Le llamo odio, venganza, dolor? Mezclado cada sentimiento, no le pongo un nombre exacto, solo sé que a medida que las manecillas del reloj avanzan se hacen más fuerte y ya de momento no soy solo yo.

Agarro el botiquín que está a mi lado, sacando de su interior algodón, vierto sobre mis heridas el líquido del tequila.

Están sangrando, sucia de nieve, moradas, necesitan caliente y algo que le baje la hinchazón, de lo contrario los puntos se enterrarán y esto se infectará.

A medida de que las limpio me memorizo. Joder, no tengo cuenta exacta de mis cicatrices, pero no las borraría ninguna, me recuerdan mucho, tanto y tan poco.

Me recuerdan lo que soy, como llegué a donde estoy. Supervivencia, esa ley debes aplicar en la vida diaria, porque la misma es una competencia día tras día donde solo el más astuto llega a ganarla.

Tan poco porque deseo tanto derramar sangre que me sorprende el hecho de que por las noches no salgo a divagar por las calles, buscando a culpables como yo y arrancarles la vida. Me siento con derecho a hacerlo, soy el virus más poderoso, debo absorberlos a todos. El antivirus para algunos males y el virus para otro.

Doy un nuevo trago de tequila, ya no quema, solo queda una deliciosa sensación en mi garganta, se desliza con facilidad y llega a mi estómago, pierdo mis ojos en el fuego amarillo naranja que frente a mí se aviva cada vez más y pienso, pienso mucho.

Todo el tiempo lo estoy haciendo, pienso hasta cuando logro cerrar los ojos por las mínimas horas que lo hago.

Vladimir suelto, Nikolai huyó con su pedazo de salchicha quemada y arrugada entre sus asquerosas patas.

Dos traidores, uno discípulo del otro. No sorprende que a esta hora esté contando de mis bodegas, las que conoce, no las que están frente a las vista de todos y a la vez no.

Mi bomba de cianuro no está donde la había dejado días antes, lo que sí es, que si se atreve a atacar le dejaré como regalo un cuerpo con diferentes partes de otras personas, se puede cocer sus extremidades, dejar tu cabeza y hacer implantes de extremidades, porque los mataré a todos, todos los que reclutó Vladimir.

¿Las súplicas? No las escucharé, me las pasaré por donde no me da la luz, tampoco la excusa de familias, yo tengo una familia a la que pusieron en riesgo, destrozaron parte de mi casa con mi hijo dentro, secuestraron a Brianna, golpearon a Sergei, tuvieron el paradero de mis hermanas por años. Es mi familia aunque no lo diga en voz alta y enoja, te duele que los usen como malditas fichas, piezas o dados.

La cosa estará así: Ojo por ojo y diente por diente.

Si querían a un animal, lo han conseguido.

El diablo trabaja mucho, pero yo trabajo más.

***

Término de colocar la gasa alrededor de mi torso, lo cubre por completo.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Where stories live. Discover now