Capítulo 8

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5:23. Es de madrugada, y no he podido dormir en toda la noche, estoy muy nerviosa y emocionada, no puedo creer lo que estoy por hacer. La simple idea me da ansiedad y dolor de barriga, quién lo diría. Admito que tengo miedo, una mujer que viaja sola puede resultar muy peligroso, nunca sabe con lo que se puede encontrar, pero necesito enfrentar el miedo, necesito saber qué pasará, y no me voy a detener aunque esté llena de temores.

Mientras espero la hora para poder dirigirme a la estación de autobuses, decido escribirle una carta a mis padres, merecen una explicación, no puedo desaparecer así nada más, no sería justo para ellos; así que me acerco a mi escritorio tomo una hoja de papel, mi bolígrafo preferido y empiezo a escribir...

"Queridos padres...
Seguramente al entrar a mi habitación, no encontrarme y ver ésta carta ya se pueden imaginar qué fue lo que pasó; pero si, no están equivocados, me voy de aquí.
No se lo tomen personal, esto no es por ustedes, son unos increíble padres y saben que los amo mucho. Pero, estar aquí me hace daño, después del accidente de Miranda, estoy más que consiente de que la vida, del mismo modo que viene, se va, de manera muy inesperada. Sé que soy joven y esperaban que fuera a la universidad, pero ese no es mi sueño. Quiero atreverme en la vida, no tener miedo, ser arriesgada, crear muchas experiencias... Vivir.
No estén tristes, les prometo enviar cartas cuando pueda, y llamarlos desde teléfonos públicos... No se preocupen, los mantendré informados.
Los amo mucho.
Suya, Amaris Petit."

Me hubiera gustado despedirme en persona, pero sé que nunca lo hubieran aceptado y no habrían permitido dejar que me fuera, por ese motivo lo hago de éste modo, a escondidas. Tomo mi carta y la coloco sobre mi almohada, me dirijo a la puerta, pero antes de salir volteo a ver mi cuarto. Con mucha nostalgia trato de ver a detalle todas las cosas importantes que dejaré aquí: mis libros, mi peluche preferido, la lámpara que me regaló mi abuela, mi cajita de tesoros, mis fotos... Pero no puedo envitar ver las que están en la pared, entre ellas la foto familiar tomada en el sofá color café, y la grupal, tomada con Miranda y Gabriel en el campo de fútbol de nuestro viejo instituto. Sin pensarlo dos veces me dirijo a la pared, quito esas fotos y las guardo en mi mochila; ahora si estoy lista para irme.
Me dirijo a la salida, tratando de guardar el mayor silencio posible, cierro la puerta y salgo corriendo antes de que alguien logre verme.

Al llegar a la estación, hay más persona de las que creía. Me acerco a la taquilla y pido un boleto para el próximo autobús.

-Claro señorita, son 27,50$, y es a destinación Puerto del Ángel.

Agradezco, cojo el boleto y me alejo mientras espero la llegada del autobús. A pesar de que no cerré ojo en toda la noche, no tengo sueño, pero aún así me dirijo a la cafetería para pedir un capuchino con cacao y un sandwich de jamón y extra queso.

Me siento en una mesa para poder desayunar, el sándwich está divino, me encanta demasiado el queso.
Mientras como observo a las demás personas, veo a una madre despedir a sus dos hijos, que seguro se dirigen a algún lugar a pasar el fin de semana; veo una pareja, se abrazan, besan y no dejan de llorar, por algún motivo o circunstancia se tienen que alejar, ella se tiene que subir al autobús y alejarse de su amor; veo otra pareja, pero ambos llevan maletas y lucen felices; veo un hombre solo y en silencio; veo una madre con su pequeña hija; todos esperando la llegada del autobús.

Al entrar tomo asiento junto a la ventana y el puesto a mi lado queda vacío; busco entre mi mochila mis auriculares, y empiezo a escuchar música mientras espero que arranquemos. En mi reproductor empieza a sonar Truce de Twenty One Pilots, pero al minuto la cambio; la canción me resulta muy melancólica, y no quiero estar triste, quiero escuchar algo más alegre y motivador, una canción más movida, así que coloco The world is ugly de My chemical romance.

Me quedo sentada, coloco mi mochila en el asiento de alado, al parecer quedará vacío, cierro los ojos y me dispongo a disfrutar de la canción mientras espero que arranque el autobús. Pero de la nada alguien me toca el hombro, era un chico un poco más alto que yo, delgado, con el cabello negro y liso, los ojos chinitos, una nariz pequeña; tiene una pequeña cicatriz debajo de ceja izquierda... Bueno en realidad observandolo bien tiene varias pequeñas cicatrices en todo el rostro; y una hermosa sonrisa. Veo que trata de decirme algo, así que me quito los auriculares...

-Disculpa, no escuché lo que dijiste... Tenía puesto los auriculares y la música tenía el volumen alto.-traté de sonar lo más espontánea posible.

-Claro, no te preocupes... Te había preguntado si podías quitar tu mochila del asiento, así yo podría sentarme.- dijo sonriendo al final.

-Ehmmmm... Sí claro... Disculpa.-obviamente, ya estaba nerviosa.

-Muchísimas gracias.- Me sonrió, y se sentó a mi lado- Mucho gusto, me llamo Dylan Anderson.

Hija de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora