—Bueno, al menos a mí me mataron combatientes reales, no un monstruo de jungla.

Jisoo se levantó del sofá y, completamente roja, la señaló.

—¡Yah! ¡Te dije que fue un error! ¡tenía poca vida y lo ataqué por accidente! ¡El dedo se deslizó solo y cuando iba a escapar se lagueó!

—¡Excusas!

—¡No son excusas! ¡Tú estabas ahí!

—¿Podrían dejar de pelear por estupideces? —Jennie llevó ambas manos a su cadera y suspiró, observándome—. ¿Podrías ayudarme con esto?

Detuve las palomitas a medio camino hacia mi boca y las volví a poner en el tazón con expresión apenada.

—Uh, oh sí —carraspeé y levanté una ceja hacia Lisa—. Lili.

Ella parpadeó hacia mí.

—¿Sí, Rosie pooh?

—¿Podrías dejar de discutir con Jisoo, por favor?

—¡Pero ella empezó!

—No me importa quien haya empezado, sólo dejen de pelear.

—Bien —un poco molesta, Lisa hizo un puchero y se cruzó de brazos como una niña pequeña.

Aquel acto me enterneció tanto que no pude evitar acercarme a ella y plantar suaves besos en sus mejillas.

—¡Y que me pida disculpas! —gruñó Jisoo.

Yo la observé a ella y luego a la rubia a mi lado.

—Lisa —murmuré suavemente.

Ella rodó los ojos pero habló entre dientes.

—¿Qué dijiste? No te escucho —la retó Jisoo, con una sonrisa burlona.

—¡Dije que lo siento! Ya —gruñó.

—Así me gusta —satisfecha, Jisoo dio unas palmaditas en la cabeza de Lisa y asintió.

—¿Ves lo que haces, Pooh? ¡Me haces perder mi dignidad! 

—Deja de quejarte —rodé los ojos y me acerqué lo suficiente a su oído para susurrar—. Si lo haces, más tarde te lo compensaré. Tengo una falda bastante corta en mi guardarropa.

Al separarme, sus mejillas rojas fueron un claro indicio de que iba por el camino correcto al mencionar mi ropa. Sabía que ella amaba que usara faldas.

—Hecho —dijo rápidamente.

Me eché a reír y volví a pegar mi espalda al sofá, tomando un puñado de palomitas de maíz y llevándolas a mi boca.

—De acuerdo, ¿qué fue eso? —Jennie, con expresión sorprendida, extendió un dedo mientras nos señalaba a ambas con expresión acusadora.

—¿Estaban coqueteando? —se unió Jisoo, entrecerrando los ojos.

—No —contesté con naturalidad mientras sentía como Lisa empezaba a masajear mis piernas suavemente.

Sin creerme ni un poco, las mayores intercambiaron miradas.

—Como tú digas, Chaeng —finalizó Jisoo, levantando ambos hombros y robándome el tazón de palomitas.

—¡Hey! ¡Eso es mío! —la reprendí con un puchero, pero ella sólo me ignoró y siguió comiendo como si nada.

—Descuida, princesa. Te traeré algo más de la cocina —murmuró Lisa, levantándose y plantando un beso en mi cabeza—. ¿Qué quieres?

—¿Podrías traer uvas y fresas junto a ese tarro de chocolate derretido que compramos? ¡Oh y también las pringles de queso!

Promise┊ChaelisaWhere stories live. Discover now