Mi gesto era atento a la confesión de George.
-Lo único que sé es que tengo dos hermanas más, y que él ahora es un gran empresario.
El chico resopló mirando hacia otro lado mientras recordaba las aparentes duras escenas de su infancia.
-Ese hijo de puta me dejó solo con mi abuelo, el que murió cuando yo tenía dieciséis años. A partir de ahí fue cuando empecé a dejar de ver el sentido a la vida. La persona que más quería había desaparecido, me dejó solo. Mis días eran siempre iguales: Negros. Oscuros. Pasaban siempre con la misma rutina. Dejé mis estudios, mis amistades, mis aficiones… Dejé todo. No le veía sentido a nada.
-¿Y no intentaste buscar a tu padre?
-¿Buscarle? – El chico rió sarcásticamente. - ¿Para qué? Lo único que me podría aportar a esas alturas sería dinero, y no quería el dinero de un hombre que me abandonó, de un hombre que solo me aceptaría por compromiso. Preferí ganarme la vida yo solo.
-¿Y es por eso por lo que te refugiaste en esa vida?
-Si te fijas, casi todo el mundo que estamos ahí tenemos problemas. Todo el mundo busca la solución en lo que tú y yo la hemos buscado. El tabaco y el alcohol no solucionan nada, pero es lo único que te ayuda a escapar un poco de la realidad y darte cuenta de la puta mierda de vida que tienes.
George parecía estar realmente afectado por ese tema. Me junté a él y me acurruqué en su pecho, abrazándole para intentar consolarle.
Su cuerpo rígido solo pasó sus manos débilmente por mi espalda. Sus músculos mostraban rabia. Él mostraba rabia.
-Tranquilo… - Musité mirándole. - Yo ahora estoy contigo.
******
Días más tarde.
-Cógete algo de abrigo, vendremos tarde. – Me sugería.
Le sonreí cuando vi que su cuerpo. Él iba simplemente con su chaqueta.
-¿Acaso iremos a donde hace frío? – Pregunté.
-No. – Negó. – Solo que iremos caminando.
Asentí con la cabeza y descarté la idea de la chaqueta de cuero. Eché pasos atrás y entré en mi habitación, abriendo el armario y rebuscando una chaqueta. Cogí la que más me abrigaría y la encajé con mi cuerpo.
Comencé de nuevo a andar hacia George y le besé la mejilla mientras mi mano tiraba del pomo de la puerta.
-¿Dónde vamos? – Pregunté yo mientras él echaba la llave.
-Es una sorpresa. – Musitó.
-¿Acaso me vas a tener con las ganas de saberlo todo el camino?
-¡Lo has adivinado! – Exclamó. – Buena chica.
Sonreí a su respuesta mientras ambos bajábamos las escaleras del edificio. Su gesto era muy serio, como de costumbre. Sus ojos transmitían tantas cosas a la vez que a veces incluso me perdía.
Capítulo 17. {Maratón 5/7}
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