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    "Siento lo de tu madre, Bill. Puedo ver que el pueblo tiene una gran deuda con ella, una que jamás será pagada" masculló con la mirada plantada en sus tortitas.

    Se encontró a sí misma analizando cómo un sirope podía ser tan denso y, tras echar un vistazo, llegó a la conclusión de que había sido mezclado con chocolate. Y, si su gusto no le fallaba, juraría que unas bayas silvestres habían sido utilizadas a modo de atrezzo.

    "Seguro que exageras, nadie debería llevar a sus espaldas una carga tan grande. Muchísimo menos un muerto, señorita" bromeó cabizbajo, después de todo el funeral había sido hace un par de días.

    Pero Stefani tenía toda la razón, Tiffany Claire era este pueblo. Casi literalmente, pero para ello debíamos remontarnos al 1987.

    Todo empezó con Tiffany's, un restaurante de carretera en mitad de ninguna parte. La lógica diría que un negocio así estaba condenado a la ruina, pero sumar dos y dos no era válido cuando había ricos de por medio.

    Tras el primer burgués, vinieron muchos más. En los campos de golf destrozaron el dicho "El hogar es donde esté tu corazón", ahora regía el estómago. Así llegamos a Stephani y Francis Creek, un par de jóvenes hermanos que no daban palo al agua. Tras cerrarle el grifo su padre, un desayuno así fue su último regalo para ellos y vaya si lo aprovecharon.

    "Dios, osea, ¿no es como fetén esta movida?" farfulló con los ojos llorosos el hermano. Sus manos se agitaban como si acabase de salir de ver Grease y necesitase recordar como respirar, hecho verídico y demostrado por el póster de John Travolta de su cuarto.

    "Sí, ¿eh? Esto me ha dado una idea. ¿Y si nos hacemos personas hechas a sí mismas? Hemos trabajado dos horas en un garaje, eso luego para la biografía queda fetén. Millonario empezó en un garaje y mira hasta dónde ha llegado. ¿Sabes a lo que me refiero?" se rió como un cerdo y luego se tapó la boca para disimular el eructo, sólo ella supo de él.

    "Oh, hermanita. Sabes que me encantan tus ideas, no me tengas más en ascuas". Hacía gestos muy vistosos, como si su hermana fuese una televisión y le estuviese dando a adelantar en el mando.

    "¿Y si compramos el terreno y hacemos una urbanización?"

    El resto es historia. Eso, y un préstamo -a su padre, todo quedó en familia- de varios billones de dólares con los que invirtieron en el proyecto. Pobres, ¿por qué no invertirán como nosotros? Farfullaron riendo mientras Tiffany Claire les cambiaba el descafeinado por café normal, una pequeña victoria para la clase trabajadora.

    Aquel sitio quedó como el centro neurálgico de lo que ahora era una ciudad de vacaciones. Nada tenían que envidiar a Palm Springs o Marina d'Or, ni siquiera a Torremolinos. Aunque había algo mágico en Tiffany Creek -igual que la marca Hanna-Barbera, juntaba los nombres de sus fundadores-, y era que por alguna razón la gente no quería irse. Venía en verano y se quedaba para toda una vida, el ocio se convertía en un día a día apacible.

    ¿Y qué pasó con Tiffany's? Con unos cuatro mil habitantes -había pueblos menos habitados que aquella urbanización- y una negación generalizada a dar el callo, era el único restaurante. ¿Por qué? La gente no curraba, nadie necesitaba abrir sitios donde comer ni mucho menos echar el currículum para trabajar allí. La familia Claire llevaba todos los negocios del lugar, casi se sentía como si ésta hubiese sido esclavizada por sus vecinos.

    Pese a tener un mercado llevado por sus hermanos, tres mujeres y dos hombres, preferían comer allí. Era un sitio pequeño y ferviente detractor de la ampliación, nació y morirá siendo un lugar apacible al que acudir. Pero como todos preferían que cocinasen para ellos en lugar de hacer esfuerzo, todos querían acudir al local. Es por ello que se prepararon citas para cumplir el aforo, siempre lleno y con una tajante restricción a que la misma persona fuese dos veces la misma semana. Tiffany Claire odiaba a los ricos, es por ello que sólo vendía comida barata. Podría comprar un poco de oro alimenticio por correo y echarlo en su comida para inflar el precio, pero entonces ella misma se volvería así de despreocupada. Para ella, ahorrarse le disgusto de tener más dinero del que podía gastar era un alivio. Y, claro, sobra decir que no tenía problemas económicos.

    Su vida sencilla había sido infestada por parásitos, depredadores que no podían dejar de chupar y chupar de ella. Posiblemente por ello es que acabó por reventarse la cabeza con un revólver, harta de dar sustento espiritual a gente que consumía a otros para mantener esa sonrisa sardónica. O tal vez no, después de todo Stefanie acababa de matar a un par de personas que contradecían su suicidio.

    "¿Por qué sirves comida a una asesina? Tienes varios cadáveres en el suelo de tu establecimiento, tío" farfulló dando un sorbo al café, el cual llevaba demasiada agua y se hizo saber a Bill. Llevaban ya doce cafés, intentaban replicar la receta de Tiffany para que saliese bien.

    "Tengo bastante asimilado que a mi madre la asesinaron, ¿sabes? Para ellos somos como iPhones viejos, y estamos obsoletos. Teníamos una función, pero ya ha sido cumplida y no nos queda nada más que añadir a su lujosa vida" musitó con tristeza.

   "Me has visto saquear sus cuerpos, no tienes ninguna razón para pensar que lo hice por ti. Puedo ser una cabrona sin más, ¿no?" dejó caer con una mirada de esas que intimidan, silenciosas y sin maldad. No es que los ojos en sí denotasen malicia, era un reto. Te desafío a confiar a mí.

    Bill abrió la caja registradora e hizo un gesto de invitación, alzando una ceja con incredulidad. Todo suyo, vuestra merced.

   "No me jodas" bromeó riendo mientras daba un sorbo a un nuevo café y daba su visto bueno. "Este es el bueno, mis dieces" sonrió al ofrecerle un billete de los grandes, aunque necesitaba el dinero y se acabaría por arrepentir de ello.

    "No esperaba cerrar la caja con más dinero que cuando la abrí" dijo con una sonrisa pícara, con un rubor típico del empleado que lidia con gilipollas a diario y le acaba por tocar un cliente amable. Ese cliente que te hace querer usar motes cariñosos con los demás, tratar con algo de cercanía a los que atiendes.

    "Trabajar cara al público es una mierda. Seguro que mucha gente es empujada por sus padres a hacerlo y, con pena, deben sentir la humillación de negarse a ello. Es que vives mejor de otros que de ti mismo, acusan sin saber que esa persona tiene problemas sociales y es incapaz de lidiar con los capullos". Abrió un paquete de cigarros y, con rabia, se encendió uno.

"Jé. Stefanie, ¿has trabajado de cara al público?". Hincó los codos en la barra e invirtió todo su interés en su respuesta.

"Hey, llevo escasos días por aquí. Creo que merezco un tiempo para mantener un aire de misterio a mi alrededor, ¿no crees? Vuelve a preguntámelo en un futuro cercano, te responderé entonces". Asentía con orgullo hacia el hecho de que era una total desconocida.

Stefanie llegó durante el funeral de Tiffany Claire, pero eso era un dato que sólo Parmesano conocía. Un oscuro secreto, pues lo cierto era que ella se trataba de un alienígena y había caído en la zona de camping mientras todos mantenían luto. Ella y sus compañeras habían alquilado un par de casas, después de todo el plan inicial era hacer turismo en La Tierra -pero no lo fue el estrellarse y cargarse la nave-.

"Suena lógico, primor" añadió intentando confiar en su clientela, era un primor experimental y listo para eliminarse en caso de resultar molesto.

"¿Vas a chivarte del bang bang?". Al decirlo hizo una pistola con sus manos y la meneó fingiendo un par de disparos.

"Tal vez, si alguna vez dejas sobras y no tienes la decencia de pedir que te lo ponga para llevar" vaciló con una sonrisa. "Creo que no comprendes que acabas de salvarme la vida, tía". Su rostro había dado un cambio súbito, mostraba tal seriedad que Bill parecía una persona completamente distinta.

Me venía bien matarlos, mi nave funciona con diamantes y tengo que recargarla. Con lo que les he mangado compraré un buen puñado y mi marcha del planeta será un éxito, pero aún me queda mucho que robar. Y, bueno, hasta entonces estaré de vacaciones. Sus pensamientos flotaron alrededor mientras daba el último sorbo a su café.

"Son las cuatro de la mañana, parece que hoy no dormirás mucho" asintió con cara de besugo.

"No, hombre, me acabo de despertar. ¿Nunca te has despertado a las tres de la mañana? Esto" pausó con una sonrisa presumida "es mi desayuno".

"Pues yo sí que voy a dormir, que abrimos a las ocho para servir desayunos a la gente que sí que desayuna a una hora decente". Puso un énfasis en la palabra decente, diciéndola con más lentitud y claridad que el resto.

Mientras competían en un bravo duelo de miradas, alguien pegó la cara a la puerta de cristal y procedió a convertirse en el testigo de un asesinato. 

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⏰ Dernière mise à jour : Jun 18, 2020 ⏰

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