Capítulo 5

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Bajo su cabeza lentamente, procurando no herir a Pequeño Roble. Sus ojos recorrieron todo su cuerpo, examinando sus heridas y buscando posibles infecciones. Palpó su lomo, con el cachorro aún inconsciente y dolorido.

Pequeña Cristal y sus amigos se sentaron alrededor de su amigo anaranjado, preocupados por su condición.

—¿Se despertará, verdad?— le preguntó Pequeña Ninfa a Hoja de Abedul, mirándolo con los ojos empañados.

—¿Porque aún no se despierta?— Pequeño Carboncillo posó una Zarpa sobre el costado de Pequeño Roble, clavando sus cortas u afiladas garras, sin embargo el cachorro tiene no se levantó como tanto querían los cinco gatitos.

—He tratado de levantarlo— susurró Pequeña Silenciosa —Pero nada, ¿porque sigue durmiendo?—

El curandero del Clan del Cedro, Hoja de Abedul parecía visiblemente incómodo con todos los cachorros que acababan de irrumpir en su guarida, pero no articulo palabra, se limitó a escarbar entre sus hierbas y examinar al herido. Ensimismado en sus pensamientos, ignorando las preguntas y sollozos de los cachorros.

Pequeña Cristal y Pequeña Lluviosa se sentaron juntas, bajando la mirada para observar con terror al cachorro. la gatita leopardina blanca no pudo reprimir un sentimiento de culpa y aflicción, seguida de rabia. ¿Porque no había escuchado a su amigo? Después de todo, él había tenido razón, Patas blancas, un guerrero los había regañado por tratar de salir del campamento y les impidió asomarse a la entrada del campamento hasta que cumplieran seis lunas y se convirtieran en aprendices.

Se recostó junto a su amigo, su pelaje aún seguido cálido y su respiración entrecortada y trabajosa no lo abandonaba, Hoja de Abedul les había contado que Pequeño Roble se rompió la columna por el golpe, pero que sobreviviría. Los primeros días iban a ser cruciales para determinar si vivía o no,

Pequeña Cristal se acurrucó junto a él, acariciándole el costado con la cola, esperando que pronto volviera a ser el gatito enérgico que tanto esperaba ver.

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—¡Tu serás el ratón y yo el cazador!— Pequeño Carboncillo se agazapó. Adoptando una improvisada posición de acecho.

—Pero yo fui el ratón la última vez— protestó Pequeña Silenciosa agitando su cola y fulminando con la mirada al cachorro gris blanquecino. Pero este negó con la cabeza efusivamente, negándose a ser el ratón en el juego.

Nube Dorada espero a que Pequeña Ninfa saltara, arañado el vacío con las garras desenvainadas y cayera patosamente al suelo musgoso, para luego perder el equilibrio y caer de costado. La reina melada la tomó delicadamente por el pescuezo y la incorporó de nuevo.

—Acuérdate de calcular cada paso— le aconsejó con voz dulce.

Ya tenían cinco lunas, los cachorros iban a ver cada día a su amigo y le daban todo su payo para que le pinte cachorro no se sintiera triste y solo.

Pequeño Roble ya se había despertado, sin embargo, sus patas traseras no se movían. Hoja de Abedul le daba un especial cuidado, procurando ejercitar sus patas delanteras y que sus pulmones no estuvieran presionados bajo su cuerpo.

Pequeña Lluviosa ya era miembro oficial del Clan del Cedro, y aunque su deseo seguía siendo ser una solitaria aventurera, se estaba acostumbrando a vivir en un clan.

Pequeña Cristal movió sus patas lentamente, con su tronco rígido y su cola arrastrada, trataba de que sus patas apenas tocaran el suelo. Procurando que el viento estuviera a su favor avanzó. Desconcentrándose de los maullidos de Pequeña Silenciosa y de los consejos de su madre adoptiva. Con su vista pegada a la de un cuerpo blanquecino atigrado.

Los gatos guerreros #1: El ascenso de los clanes: Entre traidoresOù les histoires vivent. Découvrez maintenant