Él le prometió mil veces que iría a verla, a pesar de que sus pensamientos cada vez se quebraban más cuando sabía que pronto recibiría la marca tenebrosa y no habría vuelta atrás. Él estaba destinado a esa vida oscura y no sabía si quería arrastrarla a ella o dejarla volar por mucho que le doliera.

A pesar de intentar ser un apoyo el uno para el otro, ninguno de los dos podía negar que lo único que necesitaban –y no sabían- era escapar, correr y huir de todo destino que tuvieran escrito.

Pero eso era imposible, y aunque eso ya lo tenía asumido Annie, todas las noches se desvelaba hasta las tantas de la madrugada, intentando pensar alguna otra alternativa para intentar no salir tan magullada de la situación.

No le reconfortó enterarse que había aprobado todo y algunas asignaturas con honores, no le reconfortó saber que su buen amigo Harry estaba bien y a salvo como todos dudaban. No le reconfortaba que con la marca tenebrosa quizá tendría otra excusa para volver a Hogwarts, no, no lo hacía.

Porque cuando el señor tenebroso la marcase para siempre, sabía que su vida estaría sentenciada a pasar por situaciones que ella no quería vivir. Y se daba cuenta ahora. Ahora que no había vuelta atrás.

Aquella mañana de primavera, el calor rozaba las temperaturas del verano y para Annie, el hecho de ver su baúl con su ropa dentro y todas sus cosas empaquetadas, le obligaba a sentir un nudo enorme en la garganta.

Su lechuza, Sora, estaba a su lado observándola con atención. La misma Annie pensaba que su mascota la miraba con lástima o con vergüenza por lo engañada que había estado durante toda su vida. ¿Cómo había llegado a ese punto?

La chica de pelo castaño removió sus cosas en su baúl, pergaminos, plumas, el suéter de Draco. Entonces lo cogió con sus dos manos y se lo acercó a la nariz, absorbiendo el poco aroma que le quedaba y quería mantener durante todo el verano como oro en paño.

Sabía perfectamente que el fin de curso no sería un motivo de separación para los dos, ya que con el tema de convertirse en mortífagos tendrían motivos suficientes para hablar, aunque... no fuese con el objetivo que ambos querían.

Draco no se podía ni imaginar lo que estaba a punto de suceder. De hecho, él jamás imaginaría que Annie escondía un secreto tan grande y por eso, se mantenía tranquilo a la par de angustiado por temer que este verano los cambiase a alguno de los dos.

No quería que su relación se fuese a la mismísima mierda por el tema de los mortífagos o por que la distancia haga estragos en ellos. Esos eran los únicos pensamientos que atormentaban su cabeza, sumándole la angustia de no saber cómo huir de su destino, de esa marca tenebrosa que luciría en el antebrazo izquierdo y los prejuicios de su familia.

El plan del señor tenebroso estaba en marcha, y aunque nadie se lo veía venir, solo muy pocos se olían que una segunda guerra mágica estaba a punto de comenzar. Era triste, pero era así. Lord Voldemort había conseguido revivir después de matar al joven Cédric y que Peter Pettigrew lograse finalizar con éxito el ritual para traer el cuerpo de su amo a la vida.

Todos se encontraban asustados, y sí, es lo que deberían. Los mortífagos se habían escapado de Azkaban, todos se estaban preparando para atacar al mago más poderoso de todos los tiempos y tras derrotarlo, hacerse con el mundo mágico.

Nadie se podía imaginar los terribles planes que tenía Lord Voldemort para todo aquel que se negase a cumplir con su misión. No dudaba en que mataría a todo aquel que rechazase su plena voluntad y sumisión hacia él.

Y eso era otra de las cosas que atormentaba a Draco tras haber visto a Annie luchar en el bando contrario al que pertenecía él y el que tenía todas las de perder si el señor oscuro se hacía lo suficientemente poderoso como para derrotar a Harry Potter.

𝐋𝐎𝐒𝐓 | DRACO MALFOY | PRIMER LIBROWhere stories live. Discover now