12 | Umbrío recuerdo

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Aparté el teléfono de mi oído

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Aparté el teléfono de mi oído.

     La llamada de mi madre llegó a su fin, luego de asegurarle que me cuidaría más de lo estrictamente necesario y que Kass, había mencionado que el viaje no era demasiado largo como ella lo pensó, que estaría en casa antes del agonizante atardecer, se tranquilizó. Guardé el celular en el bolsillo de la sudadera, bloqueándolo para después.

     Regresé la vista a la ventana del autobús, y me topé con la estampa marrón de los árboles y nubes atravesadas por la luz del sol. Al filo de la carretera, hojas resecas se agruparon, formando montones que se esparcían con el viento. Más allá de las montañas, neblina brumosa cubría sus faldas, escondía dentro de sí, copas rebosantes y troncos torcidos. El vidrio se empañó cuando suspiré, opacó mi reflejo. La punta de mi dedo golpeó el cristal, y rozó sobre el lienzo improvisado, primero dibujé un círculo, que borré deprisa al comprender que no tenía una idea para plasmar. Estaba en blanco desde la noche anterior, y la razón se sentaba a mi lado.

     Cuando levanté la mirada, Kass admiraba sobre mi hombro, lo que hace segundos presencié con tanta vehemencia. Sus orbes brillaron frente a la claridad, en los bordes azulados se regaron destellos, adornados de colores amarillentos. Las pupilas se achicaron, y sus párpados bajaron una milésima, algunos sutiles pliegues se extendieron cuando entrecerró los ojos, concentrado. Había una fulgente sonrisa pintada en su rostro, igual que un pequeño niño, se deshizo en parpadeos recurrentes y mejillas sonrosadas. Era bello, su rostro portaba un rubor discreto, un rubor que le rogaba a mi corazón aletear.

     Vislumbré a tientas, el movimiento de sus cejas espesas, y el pronunciamiento de sus pómulos cincelados. Su piel blanca reflejó los rayos del sol, revelando las escasas imperfecciones, colmado de luz.

     Eres hermoso.

     Demoré en percatarme del suspiro que, de mis labios, en el peor momento, se escapó. En cuanto terminé de descubrirme frente a él, una arrolladora sensación cálida pintó mis mejillas de tonos variados, dentro de la gama del rojo.

     ― ¿Te hago suspirar, Destan?

     Sonrió, y bajó la mirada, enfrentándome.

     Parpadeé en cuanto su presencia, hizo que recordara lo que había querido ocultar en el fondo de mi alma. Mordí mi lengua, y me regañé mentalmente por ser tan evidente. Quise hundirme en el asiento, cubrir con las manos la vergüenza, alejarme de él tanto como fuese posible para evitar esa mirada, que lograba desarmarme.

     Bajé la cabeza, ocultando el arrebol de mis mejillas, y crucé los brazos, porque su calidez me inspiraba atrevidas fantasías.

     ― ¿No hablas? ―insistió, acercándose a mi rostro. Me encendí, dejé que el fuego consumiera mi alma―. Tomaré tu silencio como un "sí". Aunque, siendo sinceros, no me molestaría escucharlo de ti.

Almas sesgadasWhere stories live. Discover now