Suspiré y le hice una seña a Lisa hacia la cocina. Ella asintió y siguió bailando con una sonrisa.

A veces me gustaría ser tan socialmente perfecta como ella, pero se me pasaba rápido. Vivía demasiado bien en mi solitaria amargura personal.

Me detuve en la mesa que había junto a la cocina. Estaba repleta de bebidas. Uf, no, alcohol no, por favor...

Mis ojos se posaron en la solitaria y triste botella de agua que había en medio del cubo con hielo, rodeada de alcohol de todo tipo. Ni siquiera estaba abierta. Estaba segura de que nadie la había querido y que había permanecido ahí desde el inicio de la fiesta, ignorada.

Todas somos la botella tristemente olvidada.

Con una sonrisita triunfal, extendí la mano hacia delante para agarrar la botella, mirando a Lisa de reojo.

Sin embargo, mi sonrisa se borró cuando en lugar de una botella alcancé... algo que definitivamente no era eso.

Fruncí un poco el ceño y me giré hacia mi mano. Estaba rodeando otra mano. Y la mía era ridículamente pequeña en comparación.

Levanté la mirada de golpe, sin saber por qué, y me arrepentí al instante en que me vi a mí misma atrapada en dos ojos ámbar.

Oh, no.

Alarma roja, repito, ALARMA ROJA.

Me quedé mirándolo fijamente y, de pronto, sentí que una extraña corriente eléctrica me recorría el cuerpo entero, empezando en el punto exacto en que nuestra manos se tocaban.

Huye, perra, huye.

¡No podía moverme!

Seguí mirándolo fijamente, completamente absorta, y él hizo exactamente lo mismo. Ni siquiera pude bajar los ojos para recorrerle la cara con los ojos. Solo podía devolverle la mirada.

Entreabrí los labios, completamente sobrepasada por la confusión de sentimientos que se agolparon en mi interior, y él bajó automáticamente la mirada hacia mis labios.

Y ahí se rompió el hechizo.

Vale, hora de empezar la huída despavorida.

Di un paso atrás y le solté bruscamente la mano. Mi respiración estaba acelerada y ni siquiera entendía el por qué. Tragué saliva con dificultad y levanté la cabeza. Todavía me estaba mirando.

Quería irme, pero era como si todo mi cuerpo se hubiera aliado en mi contra para decidir que tenía que quedarme ahí, mirándolo fijamente hasta que él dejara de hacerlo. Como si fuera una competición. Y yo no podía dejar de hacerlo. En serio, no podía.

Era como si hubiera algo entre nosotros que se rompía cada vez que apartaba la mirada y, de alguna forma, necesitara restablecerlo al instante.

Entonces, vi que él apartaba un momento la mirada y me di cuenta que alguien se había acercado y le decía algo. Él volvió a girarse hacia mí, ignorándolo, pero yo ya me había decidido.

Sí, hora de salir corriendo.

Me di la vuelta apresuradamente y me metí entre la gente. ¿Qué demonios había sido eso? ¿Estaba borracha? ¡Si solo había bebido agua!

Sacudí la cabeza, como intentando sacarme la sensación de la cabeza. Era como si una parte de mí me impidiera seguir alejándome. Y me estuviera diciendo que me diera la vuelta, porque seguía sintiendo su mirada clavada en la nuca.

Pero no. No sabía qué había sido eso, pero no quería repetirlo. En absoluto.

Tenía que encontrar a Lisa e irme de aquí. Ahora mismo.

Tardes de otoñoWhere stories live. Discover now