6. Los llaneros magníficos (Parte II)

Start from the beginning
                                    

—¡Juntos, a mi señal! —contestó. Ella asintió—. Uno... —Se tomaron de las manos, mientras que sus brazos libres sostenían sus sombreros—. Dos. —Sus ojos brillaron—. ¡Tres! —Alzaron al cielo sus manos sujetadas.

—¡Lasrevinu oducse, amixam noiccetorp!

Por los cuerpos de ambos se expandió la energía que, unida, salió expulsada con toda brutalidad a través de sus puños. La magia azul bailó un vals junto a la escarlata, y, convergiendo en el punto más alto de Survivor, se ramificó en el origen de un campo de fuerza que, poco a poco, cubrió al pueblo bajo su guardia.

Mientras tanto, unos cuantos metros hacia el horizonte, en el umbral de la tormenta, las nubes daban forma a la cabeza y pico del Ave Trueno; sus ojos y sus alas los avivaban los rayos, que, imponentes, centelleaban entre segundos y le otorgaban a la criatura un aspecto casi demoniaco. De los rabos de sus plumas se desprendían las demás poderosas descargas que alimentaban el espectro.

Cuando el ave arribó, los tentáculos de su estática arremetieron de lleno contra Survivor. Asolaban el escudo desde diferentes direcciones, pero, en todos esos intentos de demolición, ante el pueblo emergía el escudo como un golem protector que los mantuvo a salvo de la ira del Ave Trueno.

Los Universales lo vieron pasar sobre ellos, para luego perderse una vez más en su vuelo hacia el horizonte.

James y Victoria suspiraron con alivio, eso había sido agotador. Los reconfortó el origen de nuevos aplausos y chiflidos de los lugareños. Una vez más, demostraban que, en Survivor, eran sobrevivientes en todo el sentido de la palabra.

—Ese poder... jamás en mi vida lo había visto —susurró Diegston Wern, acercándose a los hechiceros.

—Es magia —habló Ajeiwa, uniéndose a la conversación—. La única magia que puede salvarnos del mal que asola nuestros pueblos. El Ave Trueno ha sido repelido por ahora, pero volverá, a no ser que el espíritu maligno sea expulsado de una vez por todas.

—Ajeiwa, ¿tienes información que precises compartir con el resto de la clase en este momento? —dijo Mago.

—El conocimiento que poseo, no puede ser revelado en presencia de nuestros enemigos. —Dirigió la mirada a los vaqueros que acompañaban a los hechiceros.

—¿Enemigos? —cuestionó Will—. ¡Ustedes fueron los brujos que provocaron esto! Lanzaron una maldición sobre nosotros.

—Los Wanikiy no somos responsables —defendió—. Hace muchos años, a sus antepasados se les advirtió no asentarse en estas tierras, tras ella se esconde una historia mucho más oscura de lo que pueden llegar a imaginar. Hoy, son víctimas de su terquedad y sus malas acciones.

—Además, fueron ustedes y su gente quienes atacaron nuestra aldea y nos tomaron prisioneros —añadió uno de los nativos acompañantes de Ajeiwa—. Por eso estamos acá.

—Fue El Diablo, no nosotros —apuntó Diegston—. Luego del primer ataque del Ave Trueno, Dex Degron los culpó a ustedes y vendió en todo el pueblo la idea de la maldición.

O.K., suficiente —exclamó Mago—. No quiero oír una acusación más. Buscaremos la solución, y para ello, Ajeiwa, visitaremos tu tribu. Necesitamos llegar al fondo de este caso, y tú y tu gente, son la clave.

La mujer asintió.

—Les mostraré el camino, pero no prometo que la bienvenida sea agradable.

—¿Y qué será del pueblo en su ausencia? —preguntó Diegston.

Mago conjuró un hechizo entre manos, lo entregó a Wern una vez estuvo listo.

—¿Un espejo? —cuestionó con una ceja arqueada—. ¿Qué se supone que haga con esto?

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now