Capítulo 3 - Día de perros >n<

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-Oh, no lo sabía, perdóname- Sentí como si hubiera dicho algo que no debía. El sín embargo me miró y cerrando los ojos y con una media sonrisa en su cara sacudió suavemente la cabeza de lado a lado indicandome que le restara importancia.

Parecía como si ya se hubiera hecho a la idea de ser mudo. Eso me aliviò. Siempre he sabido que mi sentimiento de culpa es demasiado fácil de activar. Desgraciadamente eso y otros factores me convierten en una persona tremendamente crédula e inocente.

El autobús llegó y cuando pude darme cuenta se había formado una cola increíble delante su puerta. Además de eso Carlos se había ido de mi lado y se había colocado en el primer lugar de la larga cola. Nunca entendí como llegó hasta allí sin que mi aguda vista lo hubiera visto alejarse.

Para cuando pude subir al autobús casi todos los asientos estaban ocupados. Pude ver como una mano se zarandeaba de lado a lado desde el fondo del autobús. Era Carlos, había guardado un asiento para mi a su lado.

Me sorprendió que se hubiera preocupado en guardarme uno sin apenas conocerme. Imagino que fue lo suficiente inteligente como para ver que no conocía a ninguna de las personas de la parada.

Recorrí el pasillo del autobús hasta llegar al final. Allí me senté junto a Carlos. Le toqué el brazo para que me prestara atención. El se giró, dirigió su mirada hacia mi y se quito esos grandes cascos naranjas.

-Gracias por guardarme sitio a tu lado.- me aparté un mechón de pelo de delante la cara. El me sonrió como de costumbre con esa preciosa sonrisa.

Cada vez que lo hacía achinaba los ojos y debo admitir que ese gesto era tan adorable que me daban unas irrefrenables ganas de abrazarlo como si de un osito de peluche se tratara. Me encantaba cuando la gente hacia eso.

El autobús salió del aparcamiento y se dirigió hacia el instituto. Mientras estábamos allí Carlos y yo intercabiamos nuestros números de teléfono. Probablemente ese fue el primer número de un chico que entró en la memoria de mi móbil.

De un momento para otro el autobús llegó al aparcamiento que se encuentra frente al instituto. Carlos y yo bajamos por la puerta trasera del autobús y entramos dentro del instituto.

Una vez dentro nuestros caminos se separaron. Mi clase se encontraba en la planta baja, concretamente en el pasillo de la izquierda.

Antes de dirigirme hacia el fondo del pasillo la curiosidad me hizo parar un segundo para ver hacia donde se dirigía Carlos.

Pude ver como subía las escaleras. La verdad es que descubrir que su clase se encontraba en la primera planta no me sirvió de nada, los cursos estaban mezclados, pero aún y así me hizo feliz saberlo.

Sin embargo al llegar a mi clase mi felicidad se desvaneció por completo. La profesora había cambiado la distribución, lo que significaba que tenía que sentarme junto a Dan.

Dan era probablemente uno de los mayores macarras de todo el instituto. Realmente lo odiaba. El sabía que era tremendamente guapo y no dudaba en aprovecharlo.

Había oido que se había metido en varios problemas bastante graves por culpa de su dificil carácter.

Su pelo lacio y castaño siempre caía suavemente sobre su frente y orejas tapando parcialmente uno de sus ojos.

Esos ojos eran pequeños y alargados con unas largas pestañas. Sin embargo el color gris claro de su iris los hacía mas grandes, consiguiendo la típica mirada de galán que fulminaba los corazones de todas las chicas.

Admito que ese condenado era tremendamente guapo, sin embargo era el mayor ca**** que había visto. Con lo cuál no iba a dejar que su belleza me afectara en lo más mínimo.

Dan había robado la virginidad a las chicas más bellas del instituto. Las que no eran lo suficiente bellas para el simplemente eran objeto de burla.

Yo sabía que el me odiaba y yo lo odiaba a el, pero no por eso pensaba dejarme pisotear por ese estúpido chico con esceso de ego. Sabía que trataría de undir mi autoestima bajo tierra.

Por suerte ese día Dan no vinó a clase y pude estar más tranquila. Aún y así el día se me hizo tremendamente inacabable. Parecía como si ese día hubiera tenido que aguantar todas las materias que odio.

En la hora del almuerzo estuve con Olívia y Miranda porque Susana seguía enferma.

Olívia y Miranda son inseparables al igual que Su y yo. Ellas son chicas del monton como nosotras, por eso vinenen con Su y conmigo amenudo. Son muy parecidas tanto física como mentalmente.

Las dos tienen el pelo lacio y largo de color marrón oscuro que cae a los lados de su cara desde la raya que llevan en el medio de su cabeza.

Además tienen una piel blanca y fina cubierta por pequitas en la zona de las mejillas y la nariz.

Su boca también es bastante parecida, ambas la tienen con un tono mas bien pálido, delgada en la parte superior y más carnosa en la parte inferior .

Las únicas diferencias apreciables entre ellas son probablemente la estatura y los ojos.

Olívia es algo más alta y delgada y sus ojos son grandes y estilizados. Miranda en cambio es mas bajita, de cuerpo mas bien curvilineo y sus ojos son muy pequeños y alargados.

Son inseparables hasta el punto de que mucha gente piensa que son hermanas.

Debo admitir que me sentí bastante incómoda con ellas. No es que sean malas conmigo, pero no tengo tanta confianza como para sentirme agusto con ellas si no esta Susana.

Cuando finalmente sonó la campana me sentí muy aliviada. El día se me había hecho largo y tendido. Simplemente no estaba para nadie, tenía un día de perros, probablemente gracias a la nueva distribución de la clase.

El vecino de abajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora