—Maravilloso, igual de tonto que tú. —En sus labios se dibuja una sonrisa.

—¡Por favor! ¿Por qué no vas a jugar con tus muñecas o flamear en los videojuegos? —farfullo, sintiendo que mi paciencia se está agotando.

Esto no puede ser verdad. Estoy teniendo una discusión con una niña que ha de tener un par de años menos que yo. Por si eso fuera poco, también es quien ha colmado mi serenidad, todo en uno. ¿Puedo patearla? Bien, no puedo, tampoco quiero ni lo haría.

—¿Problemas de ira? Abuela dice que para ello lo mejor es asistir a terapia.

—Te dejaré de atacar con la condición de que ya me dejes de ofender, ¿qué te parece?

—Tú empezaste. —Sus labios se fruncen y da unos pasos hacia mí.

—¡Claro que no! —mascullo—. ¡Me has dicho tonto y fisgón!

La niña levanta su cabeza, mirándome. Sus ojos son de un color raro, tienen un tono verdoso, pero igual uno azulado que se revuelve perfectamente bien. Sin duda, ella es candidata para que su agudeza visual disminuya con el paso del tiempo, sobre todo en lugares con luz despampanante. Debería empezar a usar lentes oscuros.

—Tienes algo en la ceja —comenta, cambiando el tema por completo.

—Se llama perforación, igual tengo una en la lengua. —Por un instante, quiero enseñársela, pero me abstengo. Ella es demasiado inteligente, puede usarlo en mi contra.

—¿Te dolió?

—No, es soportable.

Se queda en silencio y desvía su vista. Por otra parte, yo me mantengo de pie, incomodándome mientras los segundos pasan, tener a una niña interrogando todo lo que haces, dices o tienes se vuelve un escenario lleno de... rareza. En serio, es... raro.

—¿Dibujas? —Su voz vuelve a hacer eco. 

Su mirada está sobre mi cuaderno que se encuentra debajo de mi brazo. Lo llevo al frente, sosteniéndolo con ambas manos para que tenga una mejor visión.

—Sí, estoy trabajando en algo —respondo, refiriéndome al trato que he sellado con Darling.

Recuerdo el apodo que me ha puesto hace unos días y, evidentemente sin poder controlarlo, sonrío a medias. No es que me guste. La chica es bonita, me cae bien, sin embargo, últimamente aprendí de la peor manera que no hay que dejarse llevar por la primera impresión.

Evaluado y confirmado por Aidan Howland Adams.

—¿Puedo ver?

Elevo mis cejas.

—¿Ahora tú serás la fisgona?

La menor pestañea varias veces de manera burlona.

—Yo estoy pidiendo permiso, ¿tú lo hiciste? —Como era de esperarse, me ataca.

Suelto una risa irónica y asiento. Ella tiene razón. Buen golpe.

Touché —suspiro y le tiendo mi cuaderno.

Sin dirigirme la mirada, lo coge y camina al sillón. Toma asiento, dejando un espacio a su lado, no tengo una idea si sentarme a su lado o esperar al otro extremo a que termine de mirar. Lo que menos quiero es que las cosas se malinterpreten y ahora reciba una demanda por creer que estoy acosando a una menor de edad.

Su padre es abogado. Eso sí da miedo.

—¿Te gustan las estrellas? —me mira.

—Sí, también los planetas, cosmos, el universo en general, sus teorías y cosas así. Es un tema muy interesante. Igual hago retratos, se me dan bien... ¿Tú dibujas?

Si las personas fueran constelaciones [✔] | 1.0On viuen les histories. Descobreix ara