─Madre, padre ─musitó─, necesito hablarles de algo.

─¿Ha sucedido algo malo, mi sol? ─le preguntó Vaella. La cría de dieciocho días de nombre, negó.

─Por dos largas lunas han ignorado el hecho de que estoy en edad para contraer matrimonio ─dijo ella─, sé que lo han hecho para que encuentre el hombre por cuenta propia, y sé que nunca pondrían presión en mí para conseguirlo. Pero la gente murmura, y sé que es mi deber fortalecer la familia.

─Syera ─dijo Vaella, con el ceño fruncido─, ¿quiénes murmuran?

Su hija bajó la cabeza.

─Es lo que menos importa, madre ─dijo ella─. Intenté encontrar un buen hombre bajo mis propios métodos. Los hijos de la tía Lyarra son increíbles, pero son... menores. Luego pensé que tal vez podría hacer una buena alianza con el primogénito de Lord Eddard, pero Robb es muy testarudo como para dejar el Norte. De todos modos, ustedes siempre nos han dicho que debemos buscar al que haga que nuestro corazón lata frenético y nuestro cuerpo se sienta en paz cuando estamos cerca de esa persona. ¿No es así?

─Sí, mi amor ─dijo Rhaegar, asintiendo─. ¿Lo has hallado?

Syera tragó saliva, mientras relamía sus labios con nerviosismo.

─Ha estado junto a mi desde nacimiento ─musitó tan bajo que sus padres fueron incapaces de entenderle, alzó la mirada para poder observar a su madre fijamente─. Quiero a Aegan como esposo.

Vaella pegó su espalda contra el respaldo de la silla y el silencio reinó en el lugar, Syera apretó sus manos con fuerza mientras cada vez se sentía más intimidada por los ojos violetas de su madre. Rhaegar observó a su señora y ella saltó de la silla, aplaudiendo.

─¡Me alegra oírlo! ─musitó la mujer, Syera hizo un pequeño puchero que robó el corazón -aún más- de sus padres y corrió a los brazos de su madre para aferrarse a ella, fue entonces que Vaella percibió cómo su corazón latía con fuerza─. ¿Has tenido miedo de confesarnos esto, mi sol?

Syera asintió.

─Siempre dicen que el amor está en todas partes y no debemos temer de amar, pero nunca han dicho nada sobre mantenernos unidos como siempre se ha hecho ─dijo ella─, consideré que no deseaban continuar nuestras tradiciones y por eso no dije nada. Lo lamento.

─No te disculpes ─Rhaegar dijo, acercándose para acariciar su espalda─, lo único que deseamos para ustedes es vuestra felicidad y alegría. Les daríamos el mundo si pudiéramos.

─No quiero el mundo ─Syera dijo, aún con su cabeza recostada sobre el pecho de su madre─, tengo todo lo que quiero y necesito ahora mismo. No me falta nada, gracias por todo; madre, padre.

Vaella sonrió y dejó un largo beso sobre la frente de su hija, quién cerró sus ojos disfrutando del momento. Rhaegar las abrazó, cuando la puerta se abrió para dejar que Daegon se adentre, estaba tan pálido como la nieve, detrás suyo, las mellizas menores de los monarcas mantenían la cabeza baja mientras la reina suspiraba sonoramente y los tres, cayeron de rodillas para empezar a pedir disculpas.

─¿Qué han hecho ahora?

─¡Fue culpa de Daegon!

─¡'Nira comenzó a actuar como lunática y no supe qué hacer!

─¡Los dos me metieron en esto madre, juro que soy inocente!

Los tres hablaron tan rápido y al mismo tiempo que ella no logró conectar ni una sola oración, no hizo más que rodar sus ojos mientras se separaba de Syera. Rhaegar y Vaella se dieron un casto beso, para que la mujer se dirija hacia sus hijos mientras la heredera y el rey, miraban a su familia con lástima.

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