Capítulo tres: Ti scatterò una foto.

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—Este año tenemos un historiador inconsciente, ¿eh?

Andrea parecía muy contento, un humor que Vitto no llegaba a compartir del todo. No estaba seguro de cuál era la razón, quizás la ternura que le inspiraba el verle cuidar su libro con tanta devoción o puede que fuera la curiosidad que sentía por saber qué era aquello que se escondía tras su mirada de desinterés y sus palabras secas e irónicas. Fuera como fuese no podía evitar sentir una tremenda simpatía por Sabatello.

Pero sentir simpatía por aquel chico no era algo inteligente. El día anterior, y sin ser consciente de ello, el novato había firmado una invisible sentencia que lo marcaba como el nuevo fichado de los representantes de las tres facultades aliadas en esa temporada de novatadas. No era Gio el veterano que le preocupaba, y mucho menos él mismo, pero no sabía qué eran capaces de hacer los de Química, y no estaba seguro de querer saberlo.

—Es el chico del metro —apuntó con voz queda.

—¿Por el que casi te comes el suelo? —Andrea lanzó una carcajada—. ¿Cómo puedes acordarte de alguien a quien has visto cinco segundos?

—Por el libro. Estaba leyendo el Decamerón de Boccaccio.

—Un poco anticuado para alguien de dieciocho años ¿no?

Entraron en el campus mientras Vitto pensaba que anticuado no era la palabra que él hubiese utilizado, aunque quizás fuera acertada. Él había pensado en algo como vintage, clásico, culto y otra serie de adjetivos que no desentonaban demasiado con los estudiantes de historia. A fin de cuentas, ¿no era ese el tipo de cosas que les gustaba?

Caminaron hacia el edificio de Psicología sin hablar demasiado. Mirase a donde mirase no había rincón del campus sin un grupo de novatos con la piel llena de pintura. Muchas de ellas habían sido repasadas esa mañana por los veteranos, quienes ni siquiera se limitaban a buscar a sus propios novatos y aprovechaban la ignorancia de estos respecto a la carrera que el otro cursaba para desquitarse con ellos.

—¡Giordano!

Vitto se giró al escuchar su nombre y observó como uno de los dos sustitutos del representante de Historia se acercaba a él a grandes pasos, sujetando por la muñeca a un novato. Sintió una especie de vacío en su estómago cuando el veterano tiró suavemente del chico para hacer que se pusiera frente a Vitto y sus ojos se encontraron con la desafiante mirada que se había cruzado con la suya por primera vez unos días antes en un vagón de metro.

—Se ha quitado la pintura que le pusimos ayer —explicó Pietro, a quien Vitto ni siquiera se había molestado en mirar—. Gio no está, así que se supone que tenéis que ponerle tú o Viola un castigo. El caso es que Gio nos dijo que primero contásemos con vosotros y luego con los químicos.

—Gio es un tío inteligente —musitó analizando con la mirada al chico que tenía delante.

Alessandro Sabatello solía pasar desapercibido para la mayoría de los estudiantes. Era un chico delgado, algo más bajo que Vitto o Andrea y una complexión media. Tenía el pelo oscuro, muy oscuro, y unos grandes ojos castaños que le miraban con una mezcla de cansancio y desprecio al que comenzaba a acostumbrarse. Su camisa beige remangada hasta los codos dejaba ver una piel morena libre de marcas de novatada. En el bolsillo llevaba un bolígrafo plateado y en la mano su ejemplar del Decamerón.

—¿Por qué te has quitado la pintura? Os dijimos que no os la quitaseis hasta hoy.

—Me la he quitado esta mañana —explicó. También en su voz, suave y de tono bajo, se notaba el mismo deje de desprecio y desacuerdo que mostraban sus ojos—. Dijisteis que podíamos lavarnos hoy. Creía que os habíais referido a esta mañana.

Las cosas que no decimos [YA A LA VENTA - CHERRY PUBLISING]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora