Shame [l.s.]

Diez: Walls

Para todo aquel que ha llorado por un corazón roto...
Recuerda: En algún punto sana, en algún punto deja de doler... Y, una vez suceda, volverás a ser tú.

No te rindas, no estás solo.

Jay estaba llorando.

Lloraba con verdadero dolor, al ver a su hijo consumiéndose poco a poco. No importaba lo que hiciera, ni cuánto se esforzara, nada ni nadie podía devolverle la sonrisa a su dulce angelito.

Había pasado un mes desde aquella madrugada de Año Nuevo en la que, asustándolos terriblemente, Louis había llegado hecho un mar de lágrimas y lo primero que había hecho había sido aferrarse a su madre como si temiera que al soltarla se hundiría.

Y quizás sí. Quizás se hundiría en un mar de tristeza si su madre, aquella que siempre estuvo ahí, no lo sostenía como cuando era un bebé.

Cada día después de eso, la familia Tomlinson había visto el deterioro que el omega sufría. Poco a poco, sus ojos perdieron aquel brillo familiar; las ojeras de un pronunciado color violáceo delataban lo poco que estaba durmiendo y la manera en que sus mejillas se habían ahuecado eran la prueba irrefutable de su falta de apetito.

Jay tenía miedo.

Su hijo se consumía y no podía hacer nada para detenerlo. La única persona capaz de sacarlo del abismo, era esa misma que lo había empujado sin contemplaciones.

Harry había estado apostado en la puerta de su casa todo el día durante la primera semana y nada de lo que hicieron – ni siquiera las amenazas furiosas de Mark y los golpes que Lottie en un arranque de rabia le dio – logró que se fuera de ahí.

Sin embargo, a mitad de la segunda semana, a Phoebe se le escapó decirle a Louis que el alfa estaba ahí, ocasionando que el omega dejara su estado indiferente y apagado y entrara en una suerte de crisis de furia y desespero. Salió velozmente y encontrándose de frente con él reaccionó de una manera muy violenta. Le gritó mil cosas, lo golpeó con los puños y finalmente rompió en llanto.

Después de ello, Harry disminuyó sus visitas, hasta que finalmente dejó de acudir. Louis no hizo ningún comentario ese día, pero por la noche, durmió abrazado a su mamá; a partir del día siguiente, el omega estaba aún más decaído que antes.