La casa de los vientos

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Estaba furiosa.

Gritó una vez más a la persona que decía llamarse su madre. No sabía ni qué palabras estaba diciendo, solo gritó para sacar todo el enojo que sentía contra ella.

Con fuerza cerró la puerta de entrada y se alejó de la casa de su infancia a rápido paso.

Sacó sus auriculares, se los puso, y sin dudarlo subió el volumen a más no poder.

Caminó una cuadra y bajó la velocidad, sacó un cigarrillo lo prendió e inhaló profundamente.

Frenó en la esquina y tocó el botón del semáforo para poder cruzar la calle.

Inclinó su cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados expiró todo el aire y humo de sus pulmones.

Un auto paso a su lado haciendo mucho ruido.

Bajó la cabeza lentamente.

Una niebla espesa empezó a esparcirse de a poco entre sus alrededores, no le dió importancia dado que vivían cerca de la costa y era algo normal.

Poco a poco su visión se fue reduciendo por la neblina a un solo destino.

Poco a poco fue sintiendo como si sus movimientos ya no le pertenecieran, como si algo estuviera atrayéndola, pero aún así ella no tenía intenciones de parar.

Poco a poco fue notando como las cosas iban desapareciendo, las casas de su vecindario, la vereda, los semáforos, sus auriculares y el cigarro.

Poco a poco fue llegando a su destino, una casa grande, vieja, parecía abandonada.

Su camino fue interceptado por una reja negra, envuelta en enredaderas medio marchitas. Su mano, actuando por si sola se elevó hasta estar a milímetros de la cerradura, y por acto reflejo la reja comenzó a abrirse lentamente, una de las puertas hacia la derecha, la otra hacia la izquierda.

Una confusión inmensa se apoderó de ella, pero aún así sentía calma.

Veía todo con ojos intrigantes y se movía con lenta delicadeza.

Renovó su paso por el sendero que llevaba a la entrada principal de la casa. Sus pasos hacían crujir a las hojas que se encontraban de bajo, y el viento las movía sencillamente hacia un costado evidenciando el camino de piedra que se camuflaba.

Camino unos 20 pasos más hasta llegar a un pórtico de madera.

Pareciera que con solo tocar la baranda todo se vendría abajo.

Sin pensarlo dos veces, posó su pie en el primer escalón que llevaba a la puerta de gran tamaño, de roble oscuro con manijas doradas. Ella se imaginaba si en algún momento esa casa había sido de alguien de gran renombre, clase y poder para elegir ese tipo de decoraciones.

Posó su mano sobre la manija, y sutilmente la empujó hacia abajo, abriendo la puerta que se encontraba sin ninguna traba.

Un ruido agudo, del óxido en las bisagras sonó por todo el ambiente.

Apenas dio un paso dentro del cuarto una ráfaga de viento cruzó a milímetros de su rostro, haciendo que la calma incoherente perdiera efecto, devolviendo su consciencia a su cuerpo.

-¿Pero que...?- otra ráfaga la interrumpió, chocando levemente contra su espalda, empujándola dentro de la casa pero sin lastimarla.

-¡Es muy joven!- El grito de una mujer desconsolada se hizo notar.

Dos ráfagas chocaron de vuelta contra ella, una rozó su pierna y la otra le dio en el rostro, logrando que su mirada se desviara a la izquierda.

Más voces comenzaron a sonar, desesperadas, por toda la antigua sala.

-Debe ser un error.-

-¡No existen los errores!-

-Madre no pudo haber consentido tal cosa-

-Es la prueba viviente-

-Vino a acompañar al otro-

-¡No tiene lógica!-

-¿Quién está ahí?- exclamó nerviosa ella.

-Oh dioses puede oírnos!- volvió a gritar la voz de la mujer desconsolada.

-No hay duda-

-¡Eso no significa nada!-

-¡ES LA PRUEBA VIVIENTE!-

-MADRE NO PUDO CONCEBIR TAL COSA-

-Debe ser un error-

-Por todos los planetas NO EXISTEN LOS ERRORES-

Las voces comenzaron a discutir entre ellas, gritándose o gritándole a ella. Su cabeza estaba a punto de explotar, no entendía lo que sucedía, donde se encontraba, quienes hablaban, o si en verdad eso estaba sucediendo.

-¡YA BASTA!- Gritó y apenas lo hizo las ventanas comenzaron a chocar violentamente contra sus encuadres, las cortinas volaban por los aires agitándose sin descuido alguno, las decoraciones volaron furiosamente contra las paredes y la antigua araña que colgaba del techo cayó con un fuerte estruendo sobre el suelo unos pasos delante de ella.

Los gritos cesaron, no por obediencia ni por miedo, si no que parecía un silencio de pena.

Y como por arte de magia la imagen de una mujer comenzó a formarse frente a ella. Su rostro estaba pálido, al igual que su vestido medieval y su cabello despeinado.

No se había dado cuenta de que se encontraba en el suelo, agarrándose fuertemente a una alfombra justo detrás de ella, haciendo que sus articulaciones dolieran.

Miró con miedo y confusión a la imagen frente a ella y sus ojos se desorbitaron cuando más figuras tomaron forma a su espalda y costados, hombres y mujeres de diferentes edades, diferentes vestimentas, diferentes siluetas.

Pero todos compartían una cosa: la pobre intensidad de la imagen, como si de verdad no estuvieran, como si fueran transparentes.

-¿Que está sucediendo?- Sollozó aturdida.

-La vida te a dado una segunda oportunidad-

-¿"segunda"? Pero yo ni siquiera estoy...- Sus palabras fueron interrumpidas por sus recuerdos.

Aquella mañana, cuando salía de su casa, el enojo se había apoderado de ella, con auriculares puestos no podía escuchar lo que pasaba alrededor de ella, y fue en ese mínimo instante, en la esquina de aquella cuadra, cuando levantó la cabeza para expirar aire, fue ahí cuando todo pasó.

El auto que ella había escuchado cruzar cerca de su persona haciendo mucho ruido, la niebla que empezó a apoderarse de su visión y la repentina confusión ...

-¿Dónde estoy?- preguntó esperanzada de que alguien le respondiera "en un sueño" o "en un reality show", pero nada de eso sucedió.

-Bienvenida a la casa de los vientos-

Una serie de Escrituras para nada relacionadasWhere stories live. Discover now