No es un plan

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Lo único que se oía en el almacén era la inconstante respiración del Profesor plantado frente a la inspectora Alicia Sierra, que le apuntaba con un revólver mientras avanzaba en línea recta . La inspectora le indicó con un movimiento de muñeca que retrocediera.


Sergio dibujó en su mente el escenario detrás de él y logró situarse en la silla que había estado ocupando hasta hacía unos momentos. Dejó caer su cuerpo sobre el asiento manteniéndose recto y con las manos extendidas en las rodillas.


Alicia le dedicó una sonrisa felina y él la esquivó bajando la mirada por la abultada figura de la mujer, embarazadísima como estaba lo más conveniente sería evitar movimientos bruscos o el parto podría desencadenarse ahí mismo. Mal momento para jugar a la matrona, definitivamente.


La inspectora rodeó la silla saliendo del plano central y situandose de espaldas al improvisado centro de mando y a las espaldas de Sergio. Una posición estratégica considerando que también quedaba de frente a la puerta de entrada.


Sergio supo lo que iba a pasar a continuación solo escuchando el tintineo metálico de las esposas al salir de algún bolsillo de la inspectora. Lo que no se esperaba es que mientras cerraba uno de los ganchos en su muñeca derecha y el otro en la silla, la pelirroja comenzara a entonar el tan iconico Bella Chao.



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Los integrantes de la banda bajaban apresurados y eufóricos por las escaleras que comunicaban la azotea con el resto del banco. La estrechez de espacio les obligaba a ir hombro a hombro entre ellos.


 Bogota cerraba la marcha arrastrando a un atado y noqueado Gandia tras él, sin importarle demasiado la integridad física del ex militar.

Tokio, que iba a la cabecera, frenó la marcha en seco haciendo que todos se agolpen tras ella.

—¿Profesor? — Habló mientras apretaba el auricular contra su oído. —Dispararon. El profesor no contesta. 


Los ojos negros de Tokio pronto contagiaron a todos con su pesadumbre. El shock de adrenalina que significó la entrada de Lisboa al banco se evaporó en ese mismo instante y ya nadie fue capaz de decir nada.


— ¿Segura fue un tiro? — Preguntó Palermo, aferrándose a la idea de que su compañera le estuviera errando. La mirada fulminante que recibió fue suficiente respuesta, la asaltante había escuchado suficientes disparos en su vida como para reconocerlos.


— Marsella está con él, calma — Habló Estocolmo, intentando llevar tranquilidad. Aún estaban parados en medio de las escaleras, y más allá de lo que pasara afuera ellos debían actuar de acuerdo al plan. No podían hacer nada.


Lisboa sintió como todos los músculos de su cuerpo se tensaban mientras la rubia hablaba. 


— No — Lisboa habló mirando a ningún lado, su mirada estaba perdida en el algún punto del barandal dorado. — Marsella manejaba el helicóptero. Los serbios no estaban lo suficientemente cerca. — Se recostó contra la pared que tenía detrás a la vez que sintió su cuerpo flaquear. — Estaba solo — Informó, la banda no estaba al tanto de lo expuesto que dejaba el plan París al Profesor.

El quinto misilWhere stories live. Discover now