—Que duermas como un oso no es mi problema —respondo burlón, ganándome un codazo amistoso de su parte.

—Como un oso no, como un koala —dice sonriendo—. ¿Sabías que duermen veintidós horas al día?

—Definitivamente es tu espíritu animal —contesto sin parar de caminar, con Kara siguiéndome el paso. 

Siento algo chocar contra mis pies, trato de mantener el equilibrio pero termino cayendo al suelo, golpeándome la espalda. La risa de mi traidora amiga comienza a llamar la atención de todos a nuestro alrededor. Ella en vez de ofrecerme su mano para que pueda levantarme, se arrodilla junto a mí sosteniendo su estómago, sin dejar de reír. 

—¿Por qué demonios no grabé eso? —pregunta carcajeándose. 

—Oh, Dominik, pudiste haberte quebrado la espalda y quedar paralítico —hablo sarcásticamente—. ¿Estás bien, mejor amigo? Sería incapaz de reírme de ti —trato de parecer molesto pero apenas me dura unos segundos, de inmediato termino riéndome. 

—Estás muy animado hoy, rey del drama —dice alegre, enseguida se levanta y me extiende su mano, la tomo sin dudarlo. Rápidamente me pongo de pie y limpio mi pantalón lleno de nieve que para peor es negro, como toda la ropa que uso.

—Me desperté de buen humor —respondo hundiéndome de hombros, una pequeña sonrisa se forma en mi rostro.

—Lo noté, me alegra verte así —siento su brazo entrelazarse con el mío, mientras reanuda nuestra caminata—. ¿La navidad te pone amigable? Y yo que pensé que eras el Grinch de la ciudad. 

— No es que sea el Grinch, pero tampoco me gusta mucho esta festividad en particular —susurro apartando la mirada. 

Mi padre nunca fue alguien festivo, solo usa este tipo de celebraciones como método para atraer clientes. Todos los años siempre son iguales: él organiza grandes fiestas en las cuales me veo obligado a participar, fingiendo disfrutarlas. La única tarea que debo cumplir es completamente humillante, ser un Evans. ¿Y en qué consiste? Básicamente en convertirme en el hijo perfecto de Patrick, dejando de ser yo mismo. Lo único bueno es que, mientras mejor me comporte, mejor será el pago que reciba. Necesito el dinero para continuar ahorrando, así algún día seré libre.

—¿Entonces por qué estás de buen humor? —pregunta mi mejor amiga, sacándome de mis pensamientos. No sé cómo responderle, aunque sí tengo claro el motivo de mi inusual estado de ánimo. 

—Bueno, en realidad es por Aaron —admito sintiendo un leve sonrojo en mis mejillas. 

Todavía no puedo creer que él hiciera algo así. 

—¿Un mañanero? —pregunta levantando las cejas, esta vez soy yo el que le da un codazo. 

—¿Se puede saber cuándo te volviste una pervertida? —suelto riendo—. Y no, Kara, no tiene nada que ver con sexo. 

—Qué fraude —niega con la cabeza, divertida—. Bueno, deja de meterle suspenso y dime. 

—Él me despertó trayéndome el desayuno a la cama, había una jodida roza en la mesita —contesto observando cómo ella frunce el ceño, confundida—. Nunca vi tanta comida reunida en un sitio tan pequeño. ¿Puedes creer que también hizo galletas de chocolate? Estaban deliciosas y recién hechas, debió levantarse muy temprano para tenerlas prontas.

—Me imagino que te aseguraste de que no las envenenara... —dice en tono burlón, pero su comentario me hace palidecer. 

No, basta, ahora no es momento para pensar en cosas así.

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now