2 "Todas las leyendas cobraron sentido"

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Algunos aldeanos deambulaban por las calles cuando ya la noche estaba entrada, terminaban lo que por el día no habían acabado, recogían y limpiaban los porches de sus casas, alimentaban a sus animales y solo algunos se detenían para observar el majestuoso palacio iluminado por la luz de la luna. Se decía que en aquel Solsticio de Invierno que había acabado hacía una semana algo había ocurrido en el castillo, por alguna extraña razón este se había oscurecido y un joven plebeyo había desaparecido. Era costumbre celebrar el Solsticio de Invierno por una semana, iban mercaderes al pueblo, se intercambiaban ropas y comida y se compraba ganado. En cambio en el gran palacio los marqueses y el Rey se reunían para discutir como se sobrellevarían los tiempos de hielo y escarcha, ya que en aquel festival celebraban la llegada de un nuevo invierno. Además organizaban más soldados para proteger las fronteras de Añatnom de los reinos fronterizos, pero el verdadero peligro no se encontraba en el norte, si no en el sur. En el lugar al que llamaban el Bosque de las Grandes Tumbas.

A lo lejos, en la casa de un hada, una sombra cobró forma. Mientras que el hada dormía sin saber que su fiel amigo se había marchado, aquella sombra se acercó con pasos inaudibles al lecho y la miró. El peligro se olía en el aire, se hacía denso y se arremolinaba como una neblina oscura al rededor de de aquella figura. El espectro parecía estar inseguro, parecía debatirse entre dos soluciones posibles para su dilema, movió su mano derecha haciendo que quedase a la altura de sus ojos y la miró. Aquella mano era capaz de hacer que hasta el ser más poderoso del universo desapareciese, movió sus largos dedos y la neblina que los formaba se unió deformándolos y creando una palma sin falanges. Miró al hada de nuevo y dejando caer su mano se agachó hasta quedar a unos centímetros del rostro dormido. Las tinieblas rodearon al hada y esta se quejó por falta de aire.

—Mañana, a esta misma hora sentirás la necesidad de ir a las Grandes Tumbas, allí me encontrarás — susurró la sombra dentro de la mente del hada y con una voz que podría haber hecho enloquecer hasta al más valiente caballero.

Y así como había aparecido volvió a irse. La luz de la luna volvió a filtrarse por las ventanas, la neblina se difuminó lentamente y el hada respiró hondo cambiando su posición el cama.

La salida del sol estaba a punto de ocurrir cuando los ojos del hada se abrieron reflejando las vigas del hogar. Se incorporó lentamente y poniéndose en pie se acercó a la ventana para ver como el solo iluminaba las verdes hojas haciendo que cobrasen vida y se pudiesen ver las venas por las que recorrían los nutrientes del árbol. El sol iluminaba las pequeñas gotas de rocío que permanecían en las hojas después de la noche y el hada quiso ir a recogerlas como había hecho durante toda su vida; las necesitaba para lavarse y beberla, pero no pudo, no tenía alas. Recorrió con la mirada todo lo que le permitía la ventana y a lo lejos vio a un pequeño elfo azul. Aquellas criaturas le tenían mucho aprecio a Iviq y se los llamaban elfos azules porque vestían con ese color y eran capaces de transformar sus largas melenas en agua.

—Hydneu — lo llamó el hada y este alzó la mirada hasta encontrarse con los ojos del hada — Ven aquí, por favor.

El elfo asintió y saltando entre las ramas se detuvo en frente del hada.

—Iviq — la saludó el elfo indicándole que podía hablar. Lo elfos no solían hablar mucho y solo lo hacían cuando era expresamente necesario. Se decía que guardaban la fuerza que se hace al hablar para actividades más importantes y que requerían más esfuerzo.

—Como ya sabes hace poco me despojaron de mis alas por lo tanto ya no puedo recoger el rocío que necesito para limpiarme y saciar mi sed. Sería una gran ayuda para mi que me ayudases.

El elfo miró fijamente los ojos del hada por unos segundos. Pero aquellos segundos bastaron para el elfo, pudo ver el brillo apagarse en ellos, pudo ver un alma rota y también como pedían ayuda a gritos. Asintió y el hada le regaló una cansada sonrisa, después esta desapareció dentro de la casita y reapareció con un balde vacío. El elfo lo cogió retrocediendo y quedó oculto por las grandes ramas. Mientras tanto el hada cerró los ojos y un haz de luz chocó contra sus parpados a la vez que los pájaros anunciaban el comienzo de un nuevo día con sus cantos. Los árboles se mecieron al son de la música procedente de los pequeños cuerpos de pájaro y las hojas al chocar también pusieron de su parte en la pequeña sinfonía que se creaba cada mañana. 

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2020 ⏰

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La Luz de un Bosque AncestralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora