—Asi que... Rompiste tu contrato —Diego intervino cambiando el tema cuando el ambiente se volvía aún más tenso entre ambos, me límite a asentir, tomando la bebida que el rubio me ofrecía.

—Entonces... ¿Eras sicario? —cuestiono Luther, asentí, incómodo de recordar aquello, era bueno en ello y estaba orgulloso de ser el mejor, pero no era exactamente un trabajo que me agradaría presumir ante Cherry —Tenian un código, ¿Cierto? No matabas solo a cualquiera.

La mueca en mi rostro parecía hacerle entender un poco de mi respuesta.

—Sin códigos, mataba a cualquiera que se metiera con la línea temporal —me encogí de hombros.

—¿Qué hay de los inocentes? —realmente, nunca lo había pensado, no cuando mi mente estaba en un solo objetivo.

Volver aquí, y detener la causa de su muerte.

—Esa, Luther, era la única manera de regresar aqui, pero solo asesinaba a quien me ordenaban, nada de vidas inocentes —trate de tranquilizarlo, aunque pareció no ser suficiente.

—¡Ellos también lo eran! —alzo su voz, como si eso fuera a hacerme cambiar de opinión.

—Jesus, Luther... Madura —murmure.

—¿Y si hubiéramos sido uno de nosotros? —lo observé sin expresión alguna, el abrió sus ojos incrédulo —¿Incluso si hubiera sido ella?

Aquello me descoloco.

—Pero no lo fue —aclare, recomponiendome en mi lugar, carraspee tratando de olvidar lo que había dicho —Ya no somos unos niños, no existen los tipos buenos y los tipos malos. Son solo personas, viviendo sus vidas —estaba tenso, evitando que mis palabras entrarán en su cabeza —Y cuando el mundo acabe, toda esa gente morirá, incluyendo a nuestra familia.

El silencio reaparecio entre nosotros, y honestamente comenzaba a frustrarme aún más si era posible la credibilidad de Luther en los demás.

—El tiempo lo cambia todo.

No lo comprendería, por más que tratara de explicarlo, nadie lo comprendería.

Ninguno había vivido lo que yo había vivido, no podían sentir lo que yo había sentido, el vacío que se había causado con una sola imágen.

Necesitábamos actuar, o todo terminaría si no lo hacíamos ahora.

Necesitábamos actuar, o todo terminaría si no lo hacíamos ahora

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❪ Cherry. ❫

EN UN INSTANTE, un solo parpadeo y estábamos de vuelta. Habíamos regresado, habíamos regresado a nuestra época.

Bajamos del transporte, me sentía perdida, no reconocía nada del lugar en el que me encontraba.

Klaus apretraba el maletín con fuerza contra su pecho, las lágrimas se encontraban en el borde de sus ojos. Mire mis manos, temblaban, manchadas del espeso líquido escarlata.

Tenía tantas emociones dentro, me sentía extraña, atrapada. Y sabía que Klaus estaba igual que yo, incluso peor.

Permanecí en el suelo, aún sin saber en qué momento había caído contra el, con la mirada fija en el asfalto, mientras escuchaba a Klaus gritar de impotencia, a la par del ruido que los golpes que el maletín causaba al ser extrellado contra la dureza de este.

No me atrevía a detenerlo, ni a emitir sonido alguno, sabía que lo necesitaba.

El gritaba, gritaba por ambos, gritaba por Dave. Oh, gritaba por Dave. Gritaba de impotencia, gritaba tan frustrado. Sabía que ahora mismo, el arrepentimiento por haber abierto el maletín ese día, estaba a flor de piel.

Y cuando menos lo noté, Klaus también había caído de rodillas frente a mí. Estaba sucio, tanto como suponía que yo también lo estaba. Mientras el maletín se incendiaba a un lado muestro.

Me miro a los ojos por un segundo, y un sollozo escapó de mis labios sin poder evitarlo, aunque tratara de callarlos. Klaus tomo mis manos, entrelazandolas con las suyas, a la par que los sollozos escapaban también de él.

Me dolía verlo así, recordar cada segundo, no lo merecía. Klaus no merecía nada de esto.

Trate de limpiar sus manos, sin importar lo sucias que se encontraran las mías. Trate de remover el tacto que había mantenido contra su cuerpo frío. 

Ahí estábamos los dos, destrozados y derrumbados. Me mantuve en silencio al ver que Klaus soltaba las lágrimas silenciosamente, sin hacer ningún otro ruido más que el de sus débiles sollozos

Dave —alcance a escuchar como murmuraba, y apreté mis labios con fuerza.

Se encontraba dentro de la bañera, y yo a su lado, arrodillada mientras pasaba la esponja con suavidad por sus hombros.

Su mirada clara y perdida.

Quería regresar e interponerme en el instante en el que el impacto había dado contra él, así quizá evitaríamos todo lo que sucedía ahora.

El sonido de las hélices girar resonaba en mi cabeza, incluso cuando el agua caía desde la regadera sobre mi cabeza. Sentía los estallidos en mis oídos, retumbando como si siguiera allí.

Escuchaba las pisadas, los gritos, el peso muerto golpeando contra la tierra.

Nada era igual, nada se sentía igual. Todo había cambiado en el mismo instante en el que abrimos ese maletín y aparecimos en medio de aquel lugar. Todo se había ido a la mierda.

¹ 𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘 | cinco hargreeves (reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora