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27 DÍAS PARA EL ATRACO

Después de la conversación que tuve con Nate su actitud cambió. Estaba distante cuando estábamos juntos. Bueno, desde el domingo solo quedamos una tarde para ir organizando el plan. No soltó ningún chiste de los suyos, su boca no destapó ni una escueta sonrisa.

Prefería que estuviera así, como si no estuviera. De esa forma pude pensar más sobre mi propio plan aunque no llegaba a ninguna conclusión buena, no sabía cómo lo iba a hacer, pero lo haría.
Tenía la decisión tomada desde un principio pero algo dentro de mi estaba confuso...

Durante los seis meses sabía que era lo correcto, lo correcto para mí claro está, como siempre, como todo lo que hacía.

Todo debía acabar en caos.

Aquella mañana del miércoles estaba en el trabajo, era camarera en la cafetería DulceCafé donde trabajaba entre semana a un mísero sueldo de 600 euros la media jornada.

Mi jefa era una señora hipócrita, de cabellos rubios y rizados a los años 80. Recibía con sonrisas falsas pero detrás de todos su tono de voz era agrio y sus palabras amargas.

— Encárgate de enseñar bien a la chica nueva, está al caer— dijo mientras colocaba unas ensaimadas en la bandeja.

Asentí y seguí haciendo cafés.

— Después de lo que pasó con Christian no me fío de que estés aquí sola cuando yo me tenga que ir, ya no me puedo fiar de nadie— lo soltó como si nada, sin mirarme.

Me puse a rezarle a Lucifer. Maldita bruja del infra mundo, señora de la agonía, hija de Judas... maldecía en mi mente a gritos.

— Y la próxima vez te haces una coleta bien hecha, que tape tus pendientes de las orejas, eso no te favorece Amalia— dijo ella tan tranquila contando magdalenas y poniéndoles azúcar glas.

Mis cabeza se volteó buscando su cara, mientras la mía se convirtió en un tormento rojizo. Noté como las venas de mi frente se inflaban provocando presión sanguínea directa a mi cerebro.

Fuí a abrir la boca para decirle que era más fea que pegarle a un padre pero el sonido del timbre de la tienda evitó que me echaran del trabajo.

—Debe ser Cata, ábrele—

Destensé los puños y a paso ligero me dirigí a la puerta. Allí me encontré a una chica nerviosa, con el pelo rubio, tan largo que le llegaba a la tripa.Tan solo era un poco más alta que yo. Llevaba puesto un vestido de flores color pastel. Mientras abría la puerta de cristal me topé con su mirada avergonzada de un color verde realmente... precioso, que escondía detrás de unas gafas de pasta.

—Hola, yo soy Cata— se le sonrojaron las mejillas y esbozó una sutil sonrisa.

—Amy— dije seca y me aparté para que pasara.

Mientras ella hablaba con el demonio de mi jefa fuí al almacén a por su uniforme.

Pobre chica, no duraría ni una semana si tenía que soportar la voz irritante de la mujer de Satán. Estaba segura de que era de esas que se ponen a llorar en cuanto le alzas el tono y se
va corriendo a una esquina.

Me pasé la mañana enseñándole cómo funcionaba todo, estábamos solas en la tienda y fue un desastre. Era una chica tonta a la que le costaba calcular el cambio, era lenta y patosa sirviendo y para rematar solo sabía decir cosas dulces. Que pereza de mujer.

Estábamos cerrando para irnos a casa a comer y sin rodeos me preguntó:

—¿Por qué echaron al antiguo camarero?— era muy curiosa.

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⏰ Last updated: May 14, 2020 ⏰

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