Viviendo contigo, las cosas siempre fueron diferentes. Nuestro apartamento estaba constantemente impregnado del aroma del humo de tabaco y marihuana; hacer que se fuese era complicado, tanto, que en algún punto dejamos de intentarlo. En nuestro pequeño lugar, la música nunca cesaba, siempre estaba algo sonando. Las paredes eran de un viciado color blanco que quedamos en cambiar, pero nunca lo hicimos; al principio por falta de tiempo, después por falta de ganas. No digo que fuese malo, porque no, se volvió otra memoria en la que nado cada vez que trato de hallar un sitio que nombrar hogar.

Cuando finalmente se hizo de noche y llegó la hora de la cena, cenamos jugando cartas. Póker, que era lo único que yo aprendí alguna vez. No fue sorpresa que mi madre nos ganase en casi cada ronda, pues desde siempre tuve la concepción de que era una mujer con mucha suerte, casi todo le salía bien. «Por esa razón siempre está contenta», pensaba cuando era todavía más joven; con el tiempo aprendí que todo le saliese bien, sino que le saliese lo que le saliese, aprendía a estar bien con ello. Era positiva, más que cualquier otra persona que yo hubiese conocido jamás.

Al terminar, después de recoger los platos, insté a mis padres a que se quedasen conmigo a la mesa un par de minutos, porque tenía algo que decirles. Les recuerdo sentados frente a mí, con sus manos sobre la superficie de madera y observándome como si fuese a dar el discurso más importante de mi vida. Había estado ensayando durante toda la tarde, en mi cabeza, sin embargo, en ese instante me quedé en blanco y supe que tendría que improvisar. Comenzaría a esculpir mi soliloquio hasta que este tomase forma, sin importar si arrancaba solo como una amorfa pieza gigante de mármol.

―Pues... conocí a una persona. ―Me aclaré la garganta al sentir el rostro caliente; puedo ver, tanto tiempo después, la sonrisa de mi madre y la intriga de mi padre. Puedo asimismo recordar la necesidad de fumar algo, para disipar mis nervios―. Bueno, en realidad, la conocí hace ya un tiempo y hemos estado juntos un largo rato hasta este momento. ―Las tripas comenzaban a revolverse bajo mi piel, apretujándose y pidiéndome que liberase la tensión―. A-al principio yo no sabía hacia dónde íbamos involucrándonos, pero las cosas pasaron y yo, bueno, me enamoré. Y esta persona de mí.

―Me alegra mucho que por fin hayas encontrado a una mujer, hijo ―dijo mi padre, orgulloso, hecho que me provocó un nudo en la garganta. Entendí a la brevedad que no podría responder a su alegría sino hasta que escuchase la última de mis palabras.

―Sí... lo que pasa es que nosotros hemos estado juntos por casi tres años ya. ―Eso les sorprendió, y no los culpo―. La verdad es que han sucedido un montón de cosas; muchas buenas, algunas malas, pero seguimos en esto y estoy seguro de que jamás había sentido esta clase de amor por nadie. Desde que conocí a esta persona, es como si hubiesen encajado un montón de piezas dentro de mí, como si preguntas que me había hecho durante años solo hubiesen desaparecido. ―Antes de dejar caer la bomba, yo deseaba que conociesen mis sentimientos al respecto, así que me tomé mi tiempo―. Después de tanto, he, hemos, llegado a la conclusión de que ustedes deberían saberlo, porque me haría feliz que así sea.

Nunca olvidé la sensación de mis ojos escociendo con ferocidad, pero negándose a derramar una sola lágrima sencillamente porque no tenía idea de por qué quería llorar. Era solo un cúmulo de sentimientos tan intenso que la boca me sabía a hierro, todas esas emociones estaban aglomeradas en mi estómago y detrás de mi garganta.

―¿Y si es tan maravillosa cuándo la vamos a conocer? ―insistió mi padre.

Era hora.

―Lo que sucede, papá, es que ustedes ya lo conocen.

Notaron el cambio de artículo, pues de pronto ya no era la persona, sino «él». Hubo un gran silencio durante unos segundos, tan pesado y helador como un iceberg en medio del océano. Pude ver que se cuestionaban en silencio mis palabras, como si no hubiesen comprendido de primera instancia, así que antes de que dijesen nada, agregué―: Es Jack.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISWhere stories live. Discover now