2.- El Libro del Destino.

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Vivir sola tiene muchas ventajas, de verdad te lo digo. Estoy segura de que, si alguna vez lo has tenido que vivir solo o sola, estarás de acuerdo conmigo. O quizá es que yo soy rara y pienso de ese modo. Supongo que también depende de tu experiencia viviendo con otra gente, ¿no? Bueno, en realidad depende de muchos factores, pero tú me entiendes.

El caso es que cada cosa siempre tiene su parte buena. Al menos, eso es lo que me enseñó mi padre, así que supongo que tiene razón. Ya sabes: tienes tu propio espacio, tus propias reglas, independencia a tope... Es genial eso de levantarse en bolas y pasearse por el pasillo hacia la cocina en busca del helado de chocolate a medio comer que tengo en el congelador. Creo que esa es mi parte favorita del día; siempre tengo provisiones de helado. ¿Sabías que dicen que el chocolate alivia la depresión? Bueno, es barato y a mí me ayuda. Eso y el café por las mañanas, por si te sirve en algún momento de tu vida.

¿Sabes en qué momento especial quizá no ayuda tanto? Cuando echan esas películas navideñas en la televisión. La mayoría narran historias de amor perfectas, tan cursis como vendidas, y siempre logran provocar un efecto de vacío en mí. Pero, hey, me gustan. De verdad, ¡me gustan! Supongo que eso me pasa por ser una romántica empedernida, o por haber estudiado filología, o quizá es porque me gusta ese ambiente familiar y cálido que se respira en esas películas que echan por la cadena. Me gusta sentarme en mi sofá, coger mi mantita al lado de la estufa y disfrutar cada tarde lluviosa de esas películas. ¿O no es maravilloso? Claramente, me cojo mi tarrina de helado y me pongo a comer como si fuese lo único que sé hacer. Ah, también cojo el paquete de pañuelos, porque sé que voy a llorar viendo esas cosas que en la vida real no pasan.

Que no os engañen, nunca pasan. Las perfectas historias de amor sólo existen en tu cabeza. Esas que te inventas antes de irte a dormir cada noche. Esas que salen de tu deseo más intrínseco floreciendo como una flor en primavera. Esas tan puras e imposibles.

Durante los anuncios, me suelo quedar pasmada mirando por la ventana. La mayoría de las veces está lloviendo a causa de estas épocas frías; algunas veces incluso nieva, pero siempre veo a la gente pasear de un lado a otro: Los niños corretean abrigados hasta las orejas, los ancianos dejan la marca de sus bastones sobre la nieve y las parejas pasean abrazadas entre sí en busca de un calor privado. ¿A caso no es una visión preciosa?

Ahora... hey, atiende aquí, no afuera. Ahora atiéndeme a mí: Tirada en el sofá de mi apartamento con una camiseta de lana más vieja que yo que le hizo mi abuela a mi madre y con la boca llena de marcas del delito dulce. Qué, ¿eh? A que mola. Mejor que cualquier escena que puedas ver en la ventana, eso seguro.

Vale, no. No mola nada. ¿Sabes lo que pasa? Que creo que he llegado a la parte en la que todos los amigos tienen pareja. Sabes a lo que me refiero, ¿no? Esa parte en la que cuando quedas con tus colegas a tomar algo en un bar, calentitos entre decoración navideña, están todos con sus parejas dándose besitos y compartiendo recuerdos donde el protagonista era el amor. ¿Y qué se supone que tengo que contar yo? ¿Qué me lié con mi tarrina de chocolate la pasada noche? No, eso sería absurdo. Ridículamente absurdo.

Simplemente me limito a asentir y reír, a escuchar; porque joder, no tengo nada interesante que contar. Mi trabajo es monótono en el supermercado. Y aún encima tengo que decorar todo con las pegatinas más melosas de navidad. ¿Sabes qué he tenido que poner en las puertas de cristal? ¡pingüinos besándose! Hasta mi jefa se ha ido de vacaciones con su chica a Tailandia.

Y yo con mis vistas al callejón más sucio de la ciudad.

Ah, soy un desastre... Pero supongo que esto me lo he buscado yo sola. Esto me pasa por leerme toda la literatura romántica que mi vida me ha permitido. He leído libros de misterio, de terror, e incluso de fantasía; pero en todos ellos destaca el tema romántico. Parece que en la mayoría de los relatos el amor es imprescindible, como la vida misma. Te recalca una carencia que quizá tienes y que quieres, y si no la quieres, te hace sentir el bicho raro del universo.

52 retos de Escritura // 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora