Intento mantenerme tranquila, no profundizar en el tema, busco otra conversación rápidamente, no puedo quebrarme delante de él, no después de todo lo que ha visto y escuchado, su corazón roto rompería más el mío.

—¿Qué pasará con la universidad? No le avisé a nadie que me marcharía.

—Ya lo solucioné, hablé con el decano, se mostraron abiertos a cooperar por tu excelente historial, te mandarán las clases, horarios para exámenes y tareas por correo electrónico. —Abro la boca para hablar porque la idea del centro es estar aislados, tenemos poco acceso a los medios de comunicación, pero él adivina mi duda—. También está resuelto, podrás entrar a internet y hacer las tareas, no te preocupes.

Por supuesto que sí, él ha pensado en todo.



La habitación es pequeña, solamente cuenta con lo necesario: hay una cama individual en el centro con un bonito edredón, dos mesitas de noche con lámparas y un armario, en el fondo hay un cuarto donde está el baño y la regadera. Mi padre coloca la maleta sobre el colchón e inspecciona la alcoba, aunque no hay mucho que ver. Estar aquí me trae recuerdos, regresar no es algo que me agrade, de verdad pensé que lo lograría.

—Es bonito —dice y sé que lo menciona porque es duro para él dejarme aquí, es una manera de convencerse a sí mismo que todo estará bien. Se asoma por la ventana y suspira—. Vivian vendrá al centro a darte terapia todos los lunes, ¿te sentiste cómoda en la sesión?

Al principio dudé, pero conforme pasaron los minutos se me hizo más sencillo hablar con ella, tiene algo que te hace sentir en calma. Hablamos de mí, me preguntó sobre mis padres, la universidad, mi trabajo en Bridgeton, mis intereses, mis amigos y Row. Fue como una presentación, dejó que me expresara a mi ritmo, sin presionarme, por eso me agradó.

Afirmo con la cabeza.

—¿Te la recomendó Evangeline?

—Sí —responde, seco, y cambia de tema rápidamente—. Deberíamos de dar una vuelta.

Se gira y camina hacia mí, me deja presenciar el cansancio en su cara, los ojos rojos y las ojeras más marcadas que de costumbre. Él es un héroe para muchos, se lo dicen todos los días, debe de sentirse mal por no poder salvarme como a los otros niños, que no exista un medicamento para que las heridas del alma sanen.

Papá se queda dos horas conmigo, recorremos los jardines y los talleres, a pesar de que ya hemos estado aquí antes, aprecio que esté conmigo y no corra lejos de mí. Una cuidadora se acerca y nos informa que ya es hora de que se vaya, las puertas cerrarán pronto y las visitas tendrán que marcharse, también me da unos folletos con información sobre los talleres y las terapias grupales a las que tendré que asistir.

Retrasamos el regreso a mi habitación todo lo posible, hasta que llega la hora en la que tiene que irse.

Abre sus brazos, no dudo en refugiarme en su pecho y en ese olor a champú que conozco muy bien.

—Dios... —Resopla—. No quiero dejarte aquí.

—Lo sé, papá, solo serán cuatro meses, estaré mejor aquí que afuera. —Sonrío, intentando no preocuparlo más—. Vendrás a visitarme, ¿no?

—Por supuesto que sí.

Él se marcha, yo me quedo sola con mis fantasmas.



ROW

—¿No podías mantener tu jodida boca cerrada? —pregunto entre dientes mirando fijamente a Angel—. Sé que no te agrada, sinceramente me importa un carajo tu opinión, pero lo que hiciste solo arruinó más las cosas entre nosotros, ahora piensa que es la culpable.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ