Capítulo 20: Karma

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—¿Qué quieres comer? Cocinaré algo para ti.

—¿Sabes cocinar?

En su vida pasada, Yang Min nunca había cocinado nada, en esta vida, si el presidente Shuo cocinaba, ¿aún podría ser comestible?

—Uhm.

Bueno, aún si sabía mal, sería el esfuerzo de su pareja, no debía de rechazarlo.

—Oh, mientras no pique mucho, está bien cualquier cosa.

Hui Ying tenía una alta tolerancia al picante gracias a su padre original, pero no le gustaba enchilarse, pensaba que así muchas comidas no se disfrutaban del todo.

Aunque sentía que en algunas comidas sí era necesario.

—De acuerdo. Lávate la cara, y cepíllate. 

—No traje cepillo.

Shuo Tai se levantó de la cama, se dirigió al baño, y volvió con un cepillo nuevo en sus manos.

—Este es uno extra que tenía, está nuevo, lávalo antes de usarlo.

Shuo Tai estaba apunto de irse cuando Hui Ying recordó algo, y saltó sobre él para apresarlo, y abrazarlo por la cintura.

—¿Bebé?

—Gracias... —sonrió.—Gracias por todo lo que haces por mí, y por los cuidados que me das. —escribió su nombre en la espalda del mayor.—Te amo, Tai Tai. 

Depositó un beso en su nuca, y corrió al baño, dejando petrificado a un presidente ensoñado.

Hui Ying puso una mano en su corazón, se miró en el espejo, y se palmeó la cara.

Tuvo un momento pegajoso, y terminó avergonzado por completo. No importaba cuánto tiempo hubiera pasado, frente a su hombre no dejaba de sentir ese sentimiento feroz que consumía su corazón, y tanto su cuerpo como su alma eran movidos por esa calidez de su amado.  Su enamoramiento era tan severo que ni un adolescente se le compararía, y de alguna manera, eso le alegraba, porque ningún día era monótono, y su amor era amigo, y no enemigo del tiempo. En vez de aminorar la pasión, terminó por incrementarla significativamente. 

Si no hubiera conocido a ese hombre, aún seguiría siendo ese adolescente perdido, con el pecho vacío, quizás, eso que siempre extrañó, era ese hombre.

Las palídas manos de Hui Ying se arrugaron, y el menor cerró la llave del agua inmediatamente. Al acomodarse el cabello, y mirar su ropa, supo que su querido Shuo lo duchó, y cambió.

Si un día le dicen que debía morir por ese hombre, ¡lo haría las veces que se lo pidieran! Para bien, o para mal, esas no eran promesas vacías...

Hui Ying caminó por la casa, confundido, y desorientado.

"Ey, ey, presidente Shuo, ¿si capta que yo soy malo con las direcciones, y esto es una mansión?"

El olor a la comida fue lo que guió a Hui Ying a la enorme cocina moderna.

—Tai Tai, ¿en qué te ayudo?

—Siéntate, ya he terminado.—Hui Ying no insistió en ayudar, y se sentó obedientemente.

Segundos más tarde, el presidente Shuo salió de la cocina con dos enormes platos.

Al depositarlo en la mesa, los ojos de Hui Ying se abrieron con conmoción.

Hui Ying estaba sin palabras.

El presidente había preparado camarones con una salsa cremosa, también había verduras salteadas con pollo agridulce, y como guarnición, preparó arroz.

El Sistema De Reencarnación PerpetuaWhere stories live. Discover now