Night Changes •Shot• Marco Reus

Extrañaba este lugar

Con una férula en su pie derecho, Marco caminó por la zona del Barrio Rojo de Ámsterdam. Cruzó por lugares en los que se exhibían chicas detrás de aparadores como si fuesen maniquíes modelando ropa, solo que a diferencia de estos, las chicas portaban nula cantidad de prendas.

Se detuvo para admirar a unas cuantas y formuló una media sonrisa con sus labios antes de continuar su camino hacia aquel hermoso canal. No esperaba encontrarla después de lo que le hizo, la abandonó, la dejo y opto por hacer su vida al lado de una chica a la cual no amaba, el cariño existía, pero nada comparado con la tormenta enloquecida que Amber despertaba en él.

Le falló, tanto a ella como a sí mismo, rompió su promesa de la manera mas cobarde con la que le fue posible: huyendo.

No tuvo la delicadeza para despedirse, no se dio el tiempo de explicarle a ella sus motivos, simplemente quiso hacer como si nada hubiese sucedido y salir con otra joven, fingir amarla y querer convencerse a si mismo de que ella era la mujer de su vida. Pasar noches con ella pensando únicamente en el gran amor que sentía por Amber, imaginando que era ella quien yacía debajo suyo.

Todo esto le costo para darse cuenta de que no podía seguir engañándose, ni tampoco a Carolin, no era justo utilizarla para querer saciar su necesidad de Amber su hambre y sed de ella. Así que un buen día decidió dejarla después de mas de tres años de 'relación', no le explicó el porqué, simplemente terminó, similar a lo que hizo con la castaña, solo que a la rubia la tuvo cerca para dedicarle algunas palabras de consuelo y un ultimo beso.

Estaba por llegar a aquel puente y con el paso de los segundos se acercaba cada vez mas al lugar. Su estomago se contrajo y sintió que sus piernas se aflojaron, se detuvo un momento y miró hacia ese sitio especial, siendo víctima de los recuerdos que atacaron su mente.

Aquel lugar en el que se enseñó a amar, en donde juntos aprendieron el uno del otro en aquellas frías noches del último suspiro del otoño, una vez al año en la que les era suficiente demostrarse la intensidad y pureza de sus sentimientos, en el que trazaron una peculiar historia que parecía no tener fin.

Su nuez de Adán comenzó a temblarle de manera casi imperceptible por causa del nudo que se iba formando en su garganta. Tragó saliva, miró hacia el cielo y con sus dedos índice y medio, masajeó la parte trasera de su mandíbula, buen ritual para evadir las lágrimas.

Deseaba con su vida volver a verla, saber en donde encontrarla, tomarla entre sus brazos, alzarla y besar sus labios hasta embriagarse de ella completamente. Decirle cuanto la amó y que aún la sigue amando, volver a ella para cumplir aquella promesa que una vez le hizo, casarse y compartirlo todo, dedicarle sus goles y correr hacia la tribuna para besarla en medio del festejo y abrazarla en el final de este.

En ese instante le fue imposible no derramar una lágrima, mordió su labio y agachó la cabeza. Fue él el culpable de que nada de lo anterior hubiese ocurrido, él fue quien la abandonó y no volvió por ella, quien la creyó reemplazable en su vida. Fue su culpa y ahora solo volvía, no con la intención de disculparse, no podría tener el suficiente descaro para mirarla a los ojos, sino que quiso revivir los recuerdos una vez mas en el sitio indicado después de que su memoria los guardara entre su mente y almohada en la habitación de su departamento.

Surcó la solida madera y se posó en el medio de esta y como era costumbre recargo sus brazos en los delgados troncos, llevó una de sus mangas para limpiar su rostro enrojecido, lo alzó y miró con detenimiento la ciudad y su reflejo en el agua. Había cambiado un poco, el color de las fachadas, la emigración de un par de negocios y alguna que otra empresa que emprendía con ilusión de progresar. Inhaló un poco mas tranquilo, su llanto se había consumado y solo admiró el bello paisaje.