Destellos plateados

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Me llamo Diego Andrade, tengo 28 años, soy Alfa y trabajo como doctor en urgencias.

Mi vida es algo monótona. Lo único que le da la chispa que me impide morirme de aburrimiento es mi trabajo.

Mi hermano pequeño, Martín, me aconsejó escribir para pasar el rato, ya que según él "tú y tú vida sois un muermo y debes probar a hacer cosas nuevas para erradicar eso"

Así que aquí estoy escribiendo sobre el pequeño omega que hoy se llevó la mitad de mi alma.

Dios, que patético soy.

Cómo ya dije, lo único que me ha parecido interésate y que ha hecho que se me atorara el aliento durante unos segundos hoy, fue un omega.

Sí, este muermo también siente atracción. No estoy muerto, lo único que pasa es que mi vida carece de material interesante para contar.

Parecía bastante joven, de unos 20 años, no pasaba de los 23. Algo más bajo que yo -me obligo a ignorar irremediablemente que con mi 1'90 todo el mundo es más bajo que yo- así que puedo decir que esa pequeña cosita no debe llegar al 1'75. Recuerdo que me dieron ganas de darle un pan a la criatura ya que estaba demasiado delgado para mi gusto. Tenía el pelo castaño claro hasta los hombros. Y por último, pero no menos importante (ya que no me lo he podido sacar de la cabeza) es ese aroma dulzón que se me ha quedado pegado tanto en la nariz cómo en la memoria.

Olía a lluvia y flores. Y yo amo la lluvia.

¡Que la luna me asista! Mi autocontrol parecía estar agonizando en alguna parte olvidada de mi mente.

La pobre criatura vino porque se resbaló en el jardín y lo único en lo que yo podía pensar era en ese delicioso olor y en que quería preguntarle si podía olerle el cuello para olvidar que mi vida es una miseria en blanco y negro.

Céntrate, Diego. Que ya tienes una edad para que se te descontrolen las hormonas de esta manera.

Pero la situación se puso mejor, la enfermera me llevo hasta él, ya que "el doctor Mirela tuvo que salir por una llamada urgente".

Sí claro, cómo si no supiera que fue a darse el lote con la recepcionista pelirroja. Controlé las ganas de poner los ojos en blanco y parecer un inmaduro delante de semejante cosita tan bien echa.

-Buenas noches, soy el doctor Andrade, ¿en que les puedo ayudar?- mantuve mi voz firme y relajada, evitando parecer un troglodita y asustar al muchacho.

La mujer que lo acompañaba y que me daba la espalda se giró y se me quedó mirando un momento. Su falta de olor delatándola como una beta. Sus grandes ojos avellana escudriñando mi rostro, hasta que la suave y aterciopelada voz del omega la sacó de su pequeño trance.

-Mamá...- vi como su pequeña manita le dio un apretón a la mano de su madre para despertarla.

-Oh... sí, buenas noches doctor, soy María y este es mi hijo Matt, venimos ya que él se resbaló a causa de la lluvia en el jardín y se hizo daño en el pie, me preocupa que se lo haya podido romper- observe cómo el chico se mantenía cabizbajo, siendo su rostro tapado por su flequillo.

La enfermera entró al Box, subiendo el pulgar, dándome a entender que ya podía ver la radiografía que le había hecho a Matt antes de que yo llegara.

-Bien Matt- dije tratando de llamar su atención -¿Te duele mucho tu pie?- le pregunté mientras me levantaba a ver la pequeña tablet que tenía encima del armario lleno de utensilios. Un alivio me recorrió al ver que los rayos no mostraban ninguna fisura ni rotura grave.

-Un poco doctor- respondió en voz baja. Bendito sea el buen oído de los lobos, porqué sino no hubiera logrado escucharlo.

-Necesito que te sientes en la camilla, voy a ver si hay inflamación o no, lo bueno es que en la radiografía no se muestra ninguna rotura- una expresión de alivio cruzó el rostro de su madre antes de apresurarse a ayudarlo para subir a la camilla tal y cómo le pedí, noté una pequeña mueca de dolor cuando su madre le retiró el calcetín que llevaba puesto.

La zona del tobillo estaba algo hinchada y rojiza. Me senté justo al lado y tomé suavemente su pie.

¿Sabéis lo que es que te alcance un rayo y no te haga daño, que te caiga el rocío de la lluvia en primavera, que miles de pétalos de rosas rodeen tu cuerpo y caer en una piscina llena de flores silvestres?

Bueno, pues todo es junto me transmitió Matt. Mi increíble pulso de cirujano se fue al cuerno y casi me atraganto al golpearme todas esas sensaciones. Al levantar la vista, me doy cuenta de que él ha sentido lo mismo, ya que una de sus manos está apresando fuertemente el borde de su camisa y su rostro lo decora una grata expresión de sorpresa.

Eso hasta que un imperceptible dolor me quema el pecho, observo hacia abajo viendo cómo un pequeño destello plateado se pasea por mi piel, un sonido ahogado proveniente de Matt me hace observarle de nuevo para darme cuenta de que a él le está pasando lo mismo. Cuando el destello desaparece, me levanto y sin pensarlo mucho me saco la parte azulada superior del uniforme del hospital, en mi pecho hay dos medías lunas dibujadas.

-Oh Dios mío- la madre de Matt le abre los primeros ojales de la camisa a su hijo, descubriendo el mismo diseño -Sois destinados- la respiración se atranca en mi pecho por la sorpresa

-¿Qué?-

Recuerdo cómo el chico parecía hiperventilar con la mirada aún cabizbaja.

Según lo que yo sé, cuando una pareja destinada se conoce de esta manera no deben mantenerse alejados ya que pueden enfermar al estar alejados de su mitad destinada.

Después de que la madre de Matt me diera su número y me dijera que debía presentarme formalmente delante de la manada dónde ellos vivían, para así poder proceder al cortejo de su hijo, me obligué a volver a mi faceta profesional y le vendé y cure su herida a mi querida pareja destinada.

Ahora volvamos al presente, tengo un leve dolor de cabeza que me está matando, después de haber dado mil vueltas en la cama sin poder dormir, decidí escribir.

Aún no estoy preparado para contárselo a mi familia, aunque no creo que pueda esconder que tengo dos medías lunas tatuadas en el pecho. Ahora que es de noche puedo ver el tenue brillo procedente de este.

¿Matt estará sintiendo lo mismo? Un segundo. Me levanto de golpe dandome cuenta de algo, él ya siente el dolor de su tobillo y ahora también estará sintiendo este dolor. Debería de reencontrarme con él lo antes posible.

Observo la pequeña hoja con el número que me entregó su madre encima de mi mesita de noche.

¿Que diablos hago?

EnlazadosWhere stories live. Discover now