Confesión

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Intento dejar de morder mis uñas, pues sé que es un mal hábito y que las uñas maltratadas no ayudan en nada a que mi aspecto sea el adecuado, pero fracaso en el intento. Muchas veces, me dijeron que no debo mostrar nerviosismo si se trata de una entrevista de trabajo. A nadie le gusta la gente insegura, mucho menos a tu posible jefe.

Decido dejar en paz mis manos y las coloco sobre la carpeta que cargo casi siempre. Es entonces, cuando comienzo a mover las piernas. Sé que no debo estar nerviosa, que este trabajo es casi mío, pero no puedo evitarlo.

Luego de lo que me pareció una eternidad, la secretaria dice mi nombre y me permite pasar a la oficina donde mi entrevista se llevará a cabo. Con pasos nerviosos, entro.

Un señor se encuentra sentado detrás de un escritorio color negro lleno de papeles. Se encuentra tecleando en su computadora, pero en cuanto me ve, una sonrisa de labios apretados se dibuja en su cara y deja de hacer lo que sea que estaba haciendo.

—Tu debes ser Grace Steel, ¿cierto? —yo asiento—. Vamos, siéntate. Yo soy Dónall McCarthy.

Me extiende su mano y yo correspondo el saludo. Es un señor algo rechoncho, ha perdido todo su cabello y una ligera barba blanca adorna su mandíbula. Si lo viera en cualquier otro lado, vistiendo ropa común, pensaría que es alguien con una vida normal. Está lejos de parecer un señor de negocios, pero lo es. Una vez más, la vida me demuestra que las apariencias no son nada.

—Harry me habló de ti, dice que eres una extraordinaria joven y que, si quiero que mi vida sea más fácil, debo contratarte. ¿Eso es cierto?

—Por supuesto, señor —respondo intentando sonar segura—. Puedo ayudarlo en lo que necesite y le aseguro que haré bien mi trabajo.

—Ah, la actitud es lo más importante, señorita Steel. Dígame, ¿qué tal sus estudios?

—Completé mi formación académica*, pero por falta de dinero no pude ingresar a la universidad —me sincero. Si él será mi jefe, prefiero no mentir en los aspectos de mi vida que puedan interesarle.

—Bien, creo que con eso me es suficiente. El trabajo consiste en ser mi asistente personal. Atender mis llamadas, mis correos, recordarme lo que hay en mi agenda. Quizá hacerme la vida más fácil —bromea. Yo río ligeramente—. ¿Acepta?

—Será un placer.

—¡El trabajo es suyo! —responde en un tono alegre—. Comienza el lunes.

El señor McCarthy nuevamente extiende su mano en mi dirección y yo la acepto. Después de decirme con quién tengo que dirigirme para firmar y hablar sobre mi salario, salgo de la oficina con una enorme sonrisa en el rostro. Estoy feliz y, por primera vez en mucho tiempo, tengo algo que agradecerle al idiota de mi exnovio.

He dado algunas vueltas por el edificio, pero ni siquiera eso logra arruinar mi buen humor. Finalmente, cuando firmo algunos papeles y veo que todo está en orden, salgo del enorme edificio, lista para correr a casa y darle a mi mamá la buena noticia. Considero llevar hamburguesas y refresco para celebrar que tengo empleo y que, espero, pronto todo sea mejor.

Estoy por irme, pero una familiar voz me detiene—: ¿Adónde vas?

Doy una media vuelta para encontrarme a Harry. Está recargado en su auto, con las manos metidas en los bolsillos de enfrente del pantalón. Al verme, se quita los lentes de sol. Un ligero rubor se apodera de mi cara al encontrar aquel movimiento muy atractivo.

—A casa. Tengo que decirle a mi mamá la buena nueva.

Harry chasquea la lengua y se endereza. Acto seguido, abre la puerta del copiloto. Una clara invitación a que entre a su auto.

Broken Hearts |HS|Where stories live. Discover now