Capítulo 80

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Nueva York, Febrero del 2039.

— Deja de moverte, papá volverá pronto — Susurró a su vientre.

María estaba acostada en su cama acariciando su enorme panza de treinta y ocho semanas con el propósito de calmar por al menos unos minutos los persistentes movimientos de su hijo.

— Duérmete, Richy — Pidió al bebé.

La castaña cerró los ojos pensando en la extraña despedida de su esposo. Peter había ido al departamento de May a arreglar una llave de gas rota o bueno, esa fue la explicación que le dió antes de marcharse.

María no quería pensar mal del castaño, pero toda la situación se le hacía demasiado sospecha. Es que durante toda la llamada se mostró tenso y vigilaba por la ventana como si estuviera buscando algo o a alguien.

Definitivamente, no sabía qué pensar. Hace un par de horas estaba acurrucada junto a su esposo disfrutando de sus caricias y los movimientos de su bebé, pero ahora estaba agustiada en su habitación.

Unos golpes resonaron por su alcoba interrumpiendo sus pensamientos y al no lograr levantarse de la cama para abrir la puerta por si misma sólo pronunció un "adelante" para ver a Howard del otro lado.

— La cena está lista — Avisó su hermano.

María hizo un esfuerzo por levantarse de la cama, pero ni siquiera lograba sentarse ya que su abultada barriga se lo impedía. Por otra parte, Howard estalló en carcajadas y burlas antes de acercarse para ayudarla.

— Parece que almorzaste tu balón de yoga — Comentó riendo.

La castaña gruñó en respuesta y tomando las manos de su hermano logró ponerse de pie. Durante su licencia de maternidad el yoga se había convertido en su pasatiempo y según su médico este deporte traía consigo varios beneficios.

Mejorar el sueño, reduccir el estrés, aumento de fuerza, aumento de flexibilidad y resistencia, eran las grandes ventajas para la gestación del bebé. Además, los trabajos de respiración ayudaban considerablemente al momento del parto.

— Y Peter? — Preguntó Howard tomando su brazo para ayudarla a bajar las escaleras que conducían al primer piso.

— Fue a ver a su tía — Contestó trás un suspiro.

— A esta hora? — Se extrañó el menor.

— Sí, surgió un problema en el departamento — Excusó.

— Entiendo. Cenará con ella? — Consultó esta vez.

— Así parece — Murmuró.

A las ocho en punto su madre y la abuela Janet sirvieron la comida y cada quien tomó su lugar en la mesa. Papá se sentó en la cabecera, mamá a la izquierda justo a su lado y Howard a la derecha acompañando a la abuela y a George.

La silla frente al viejo chófer de la familia estaba vacía, pues usualmente era ocupada por Peter y que este no se encontrara en la casa llamó la atención de todos los presentes en el comedor quienes no tardaron en preguntar.

— Fue al departamento de May a reparar una llave de gas rota — Contestó.

— Yo podría haberlo acompañado — Mencionó papá.

— Tal vez necesiten cambiar esa cocina — Opinó la abuela.

— Es lo más probable — Concordó George.

— Estás bien? — Mamá se preocupó al ver su cara de angustia.

— Si, estoy bien — Respondió.

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