10. Para seguro estar de lo que debía hacer.

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X

Recuerda, eres la única persona que puede llenar el mundo de luz.

-Blancanieves y los siete enanitos.


Alexander murmuraba una serie de palabras inapropiadas que había aprendido de Magnus. No conocía el significado, pero Magnus las usaba en situaciones donde todo estaba mal.

Esta era una de ellas.

Alexander estaba fastidiado de la terrible percepción de peligro que tenía, de hecho, podría jurar que Magnus corría hacia él como los pajaritos volaban hacia la primera voz cantora que escuchaban.

, era algo que sucedía mucho.

Aún se sentía mareado. Habían sucedido tantas cosas en tan poco tiempo. No podía creer que el joven que había encontrado era en realidad el mejor amigo de su infancia, pero no dudaba. Confiaba en que era cierto.

Su amigo Magno, ahora podía ver algunas de sus cualidades en Magnus. Era intrépido, valiente y sensible, Alexander lo encontraba adorable.

Pero este Magnus era casi un adulto. Su cabello despeinado con algunas luces doradas, sus ojos, oh, ¿cómo no lo había visto antes? Los ojos de Magno siempre habían sido únicos en el reino, dorados al igual que su madre, pero con peculiares motas verde esperanza similares a los ojos de su padre.

Todos en el reino hablaban de ellos y lo sorprendentes que eran. Alexander pensó que desvariaban hasta que pudo comprobarlo por él mismo.

En la torre de su amiga, donde ese pequeño niño se había presentado de forma soberbia, pero en realidad era todo lo contrario.

Alexander había mirado esos ojos y decidió que todos en el pueblo estaban equivocados, sus ojos no eran sólo sorprendentes. Eran magníficos.

Se sintió terrible al no recordar que eran los mismos. Él debía reconocer a su acompañante, pero no lo hizo hasta que él mismo lo confesó.

Se permitió pensar más en Magnus y los sentimientos que ocasionaba en él.

Realmente lo había querido, lo había amado como amaba a sus hermanos. Pero un nuevo sentimiento apareció desde la primera vez que lo vio, era extraño pues era la primera vez que sentía algo semejante.

Aún así, no se sentía propio. No podía explicarlo, se sentía como algo que simplemente estaba ahí y se activó al verlo. ¿Era amor?

Si lo era, ¿por qué se sentía un intruso? Si los sentimientos eran suyos, ¿por qué sentía que pertenecían a alguien más?

Desechó esa idea, él era un guerrero y Magnus estaba en peligro.

Siguió caminando aferrándose a su mal humor, porque eso lo distraía de los pensamientos poco optimistas que siempre tenía.

Se habían separado al entrar en el corredor principal, Alexander había volteado un segundo cuando vio una silueta, lo descartó atribuyéndole a las simples sombras y al aspecto tétrico del lugar.

Al voltear Magnus había desaparecido. Gritó tanto como pudo hasta que su garganta se resintió con él, además el polvo no ayudaba.

Alexander deseaba que Magnus no temiera a la oscuridad ya que él se había llevado el único farol.

Ahora caminaba por la planta superior, revisando las habitaciones, pero no había nadie.

Al final llegó a la habitación más pequeña, no por tamaño, sino por los objetos que la llenaban.

Cuentos De Hadas Para Niños Grandes (Malec) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt