15. Y el primer heredero su libertad ganó.

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XV

Un sueño es un deseo que pide tu corazón. Cuando estás profundamente dormido. En sueños pierdes tus angustias. Con lo que deseas te quedarás. Ten fe en tus sueños y algún día tu arcoíris vendrá sonriendo. No importa lo dolido que esté tu corazón. Si sigues creyendo, el sueño que tú desees se hará realidad.

-La Cenicienta.

¿Estoy muerto? ¿Es así como se siente?

Magnus abrió los ojos, una leve luz lo hizo parpadear, por un momento, un vergonzoso momento, pensó que era la luz al final del túnel.

—¿Acaso eres un ángel? —fue la pregunta más estúpida que se le ocurrió, pero ver la sonrisa en el rostro de Alexander lo recompensó en gran medida.

Los perfectos ojos azules de Alec brillaban por las lágrimas, aunque su sonrisa escondía algo:  era el tono más vivo de la victoria.

—¡Magnus! —gritó antes de arrojarse sobre él.

Su cuerpo crujió al sentir el peso de Alexander, intentó curarse, pero su magia no estaba más. Se paralizó, intentó alcanzarla de nuevo, pero los pequeños hilos brillantes que antes había sentido no estaban más.

Era extraño, pero no se sentía vacío. Se sentía...normal.

—No está—le dijo a Alexander. La mirada en el rostro del rey le confirmó lo que ya sospechaba.

—Un segundo estaba luchando por mi vida, luego te vi y la vi a ella y... ¡Explotaron!¡Eras todo luz! Dolió verte, aparté la vista y luego estabas...

—¿Explotamos? —dijo Magnus conmocionado.

Alexander asintió.

—Como una supernova—dijo Magnus—. Extrañamente no es lo peor que ha pasado desde que llegué.

Alexander rodó los ojos y Magnus se dio cuenta de lo que su victoria significaba. Era hora de irse.

Se sintió extrañó, pues sabía que extrañaría a Alexander, pero en su interior recordaba la tímida mirada del verdadero Alexander. No pudo evitar pensar si se sería lo mismo.

No, claro que no. Pero diferente no está mal.

—Alto—alejó a Alexander— ¿Qué hora es?

Alexander miró hacia el exterior, literalmente. Donde antes había estado un muro ahora era una gran vista hacia el exterior del castillo.

Pensó en lo costoso que sería reparar ese daño.

—Es tarde, debemos regresar con tu madre. Han pasado al menos tres horas.

Magnus suspiró tomando en cuenta el poco tiempo que le quedaba.

Aceptó la ayuda del rey para levantarse, ambos estaban maltrechos, pero todas las heridas eran superficiales. Sonrió, agradecido por esa pequeña ayuda de su magia.

Salieron por la puerta principal, porque Alexander tenía principios.

—Alto, ¿cómo llegamos aquí?

Alexander lo miró extrañado. —Caballos parlantes, es algo obvio.

Magnus bufó. —Claro, no he visto un tan solo caballo parlante por aquí—discutió con Alexander mientras se alejaban aún más del castillo.

Alexander se detuvo. —Magnus, ¿estás jugando?

Magnus lo miró receloso. —Por supuesto. Uno bromea sobre no recordar subirse a un caballo parlante—Alexander entrecerró los ojos—. Bien. Juro que no lo recuerdo.

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