—No es el momento, nada más —me dice—. Ya hablaremos al volver a casa.

—Pero a lo mejor tenemos que quedarnos varios días —le recuerdo.

Vuelve a hacer un gesto de malestar al pensar en ello.

—Es que yo...

Parece al borde del llanto. ¿Qué es lo que le ha podido suceder? Siempre que pasa algo, nos lo contamos al momento y nos apoyamos mutuamente. ¿Qué ha pasado en esta ocasión para que todo sea distinto?

—¿Querrás hablar de ello conmigo más adelante?

Marta vuelve a mirarme y sonríe de nuevo.

—Más adelante —me promete.

Y con eso me vale.

Vemos a Laura volver a entrar con mil papeles en la mano y el teléfono en la otra, así que la conversación va a tener que esperar.

—Bien, a ver... —comienza a decirnos, echando un vistazo a sus papeles—. Os comento. Por ahora los síntomas que parecen estar dando los contagiados es fiebre alta, dolor de cabeza, tos seca y cansancio. A veces también... congestión nasal...

—Vamos, que podemos tener cualquier cosa —le corta Alex.

—Me empiezo a encontrar algo mal —comenta Ramón, el padre de Alex, a su mujer.

—¿Te encuentras mal? —pregunta al instante Laura con suma preocupación.

—Bueno, no sé, con todos esos síntomas que has dicho... —le responde.

—No le hagas caso —interviene Julia, su mujer—. Es un hipocondríaco...

La forma de decirlo ha tranquilizado un poco a Laura, aunque no parece estar del todo bien.

—Los de más riesgo son los de más de sesenta y cinco —nos dice—. Así que, por favor, si veis que...

—¿Sesenta y cinco en concreto? —le pregunta Ángel, su padre—. ¿Con sesenta y cuatro no...?

—Papá, por favor, esto es serio —le pide algo agotada—. En serio, os pido que nos aviséis si alguien nota algún síntoma extraño. En ese caso, hay que llamar a los servicios sanitarios y seguir recomendaciones de ellos —y vuelve a mirar hacia aquellos papeles—. Aislar a esa persona, controlar los síntomas...

—¿Aislarla? —pregunta ahora mi noiava.

—No os preocupéis, está todo previsto —le dice Laura—. En esta casa hay habitaciones de sobra para que pueda estar la persona contagiada sin riesgo para nadie. Se le llevaría a esa habitación todo lo que necesitara. Tendría baño propio y cualquier cosa que...

—Pero, ¿no sería mejor ir a urgencias? —sugiere Clara, la madre de George.

—Si no entraña peligro para la persona, es mejor que se cure en casa —le comenta Julia, la madre en este caso de Alex—. Si todos los que creen estar contagiados acuden a un hospital, van a colapsarse. Y estamos en plena época de gripe. Eso puede ser el caos. Y ahí estaría el problema.

—Entonces... ¿en casa? —pregunta Alex.

—En casa, sí —reafirma Laura—. Avisadnos si alguien tiene algún síntoma y vamos valorando qué hacer, ¿de acuerdo? —y todos asentimos, obedientes, así que ella prosigue—. Otro tema es el de las compras...

Su marido entra por la puerta en ese momento y se dan un rápido beso.

—¿Todo bien por la City? —le pregunta Alex.

George menea la cabeza y eso indica que ni siquiera tiene ganas de responder por ahora. Imagino que son demasiados problemas como para exponerlos a modo de rápido comentario.

Resist (with love)Where stories live. Discover now