VI

133 78 100
                                    

Marta


Llueve en París. Llueve a mares y eso siempre me hace feliz. Mi mente se concentra mejor al pintar si la lluvia repiquetea en las ventanas de la sala de arte de la facultad, haciendo que el olor a humedad se cuele por todos los rincones. Y pinto. Pinto aunque debería estar preparando la ponencia que tengo en un par de semanas. Pinto porque mis prioridades son otras; siempre lo han sido y siempre lo serán. No puedo evitarlo. Necesito expresarme a través de pinceles, lienzos, lápices, ceras... Tengo que pintar si estoy triste o feliz o estresada. Da lo mismo. La pintura me da vida.

Y yo pinto esa vida.

Estoy tan ensimismada en mí misma que no me he enterado de que alguien ha entrado a la sala hasta que no me hablan justo a mi lado.

—Profesora, ¿otra vez descalza?

Vuelvo al mundo terrenal y me giro en dirección a esa voz. Es Zoé, mi mejor alumna, una chica de veinte años del grado de arte de la Sorbona, con su morena melena peinada en dos largas trenzas y sus ojos miel brillante. Es la típica bohemia, con ese aire triste y melancólico, y ese humor apagado y peculiar pero mordaz.

Y demasiado francesa. Eso también.

—Para algo están las alfombras —le contesto mirándola un instante de reojo y volviendo a mi lienzo—. ¿Necesitabas algo, Zoé?

—A ti —y se acerca más a mí—. Sabía que te encontraría aquí.

—No suelo venir a pintar aquí —le recuerdo—. Así que no sé cómo lo sabías. ¿Tenías alguna duda que pudiera resolverte?

Ella no parece contenta con mis respuestas pero sabe por qué lo hago. Ya ha habido suficientes problemas y no quiero más.

—Me gustaría quedarme un rato a pintar contigo, si no tuvieras inconveniente.

—Sabes que no me importa pintar con vosotros pero hoy no va a ser posible; me voy en un rato. ¿Alguna duda sobre las clases?

Zoé parece no saber cómo decirme algo. Y sé lo que quiere decir pero yo no quiero que diga más.

—¿No vamos a hablar de ello? —se atreve a decir.

—No, no vamos a hablar de nada que no sean temas de clases, Zoé, y lo sabes —respondo dando una nueva pincelada al colorido lienzo.

Escucho cómo suspira a mi lado, algo derrotada.

—Al menos, deja que me disc...

—¿Tenías alguna duda sobre la clase de hoy, Zoé? —le corto rápidamente.

Siento que agacha la cabeza y medio sonríe. Acto seguido tose un momento y saca un pañuelo de tela para limpiarse la nariz.

—No, profesora. Pero yo...

Me giro, empezando a estar molesta de verdad.

—Zoé, si no te importa, nos vemos en la próxima clase —me giro de nuevo hacia el lienzo y concluyo—. Y cuídate ese catarro. No me gustaría que mi mejor alumna enfermase y perdiese alguna clase.

—¿No va a dar parte entonces? —pregunta con tremendo alivio.

—Fue todo un malentendido, ¿no es así?

—Bueno, yo...

—Fue un malentendido y no volverá a suceder —puntualizo.

Y ella comprende al fin.

—Sí, profesora —veo a Zoé alejarse de mí de camino a la puerta cuando vuelve a hablar—. Lo siento de veras, Marta. Lo siento, yo... —suspira con frustración—. Lo siento.

Resist (with love)Where stories live. Discover now