Él se inclina y enciende la lámpara, de la mesita de noche toma un libro empastado más grande que el azul, no había visto que estaba ahí. Lo pone en el colchón como ofreciéndomelo.

—Este lo estoy haciendo, empecé después de que fuimos a la casa de las flores amarillas —dice. Con los dedos temblorosos lo abro y comprendo de inmediato por qué quiere que vea esto. Y no puedo creerlo. Son dibujos, dibujos hermosos de mí—. No puedo parar, estás en mi mente todo el tiempo.

Paso las hojas, un dibujo tras otro, algunos en blanco y negro, otros con colores potentes como el rojo de mi cabello y el verde de mis ojos, o el marrón de mis pecas.

—¿Row?

—Mmmh.

—¿Estás conmigo porque recuerdas a Lilibeth?

Su pecho se desinfla y el aliento se le escapa. Su mano sube hasta mi barbilla, la sostiene y hace que mi cabeza gire para que nuestros rostros se enfrenten.

—¿Cómo puedes pensar eso? Giselle, no puedo cambiar el pasado, era un niño y sí, la quise tanto como un niño puede querer a su mejor amiga. Yo a ti te amo, te admiro, te quiero, te deseo como solo lo puede sentir un hombre, con ardor y necesidad, como si una llama me consumiera desde adentro.

—Si ella estuviera viva... —empiezo, pero me calla colocando su pulgar sobre mis labios.

—Si ella estuviera viva seguramente habría continuado nuestra amistad, a ti te habrían adoptado, habrías entrado por esa puerta y yo habría caído rendido a tus pies tal como ahora.

—Dijiste que ella era tu alma gemela.

—Sí, pero tú eres mi alma.

No digo nada, ¿cómo puedo contestar si no sé hacerlo? Esas palabras tan hermosas nunca nadie me las ha dicho.

Su pulgar se mueve por mi mejilla acariciando mi piel con suavidad.

—Le avisé a tu padre que estás aquí, vendrá por ti en unas horas —susurra.

—Gracias. —Hago una pausa y suspiro—. Escuché que Angel dijo que lo que pasó les traerá problemas porque no era su territorio y golpeaste a ese tipo.

Él aprieta los dientes, un destello de rabia cruza su mirada.

—Esa mierda no tiene que preocuparte.

—Pero lo hace, Row, lo hace si por mi culpa ahora están en peligro, no quiero que te pase nada malo.

—Estaremos bien, ahora tienes que concentrarte en sanar.

Me aferro a su camiseta con los puños apretados, está tan preocupado por mí que no se ha dado cuenta de que seguramente vendrán por ellos. La desesperación me asfixia.

—Prométeme que vas a cuidarte cuando yo no esté.

—Te lo prometo, caperucita.

Me doy la vuelta para poder abrazarlo, él me recibe y permite que nuestras narices choquen. Bajo sus atentos ojos me siento en paz. 



Los chicos, Kealsey y Regina guardan silencio cuando entramos al comedor. Keals se levanta como un resorte y se acerca a mí, por un momento creo que va a reclamarme por lo que pasó, pero ella me sorprende rodeando mi cuello.

—Te ves terrible con ese morado en la cara. —Suspira—. Me alegra que estés bien.

El desparpajo de sus palabras me roba una risita, es tan fácil estar aquí. Me siento con ellos y como un poco de huevos, nadie menciona lo que ocurrió, todos están hablando de otras cosas, excepto Angel que no ha dicho nada desde que entré y no deja de observarme.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now