4. Cita a tientas. Pt. 1

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 En esos momentos, me parecía sentir el fétido aliento de la bestia en la nuca, acompañado de un crecimiento de peso en la parte de atrás de mis calzoncillos. El pánico daba alas a mis pies, y me propulsaba a velocidad MATCH 1 hacia la sopita calentita y los fideos que me esperaban en casa. Mi madre estaba sorprendida. Nunca había llegado tan temprano a casa.

—Niño, ¿te han “juntado” una guindilla en el culo? —Me decía la ingenua. ¡Ay, si ella supiera! Pero ella no veía la gran silueta que se dibujaba en lo alto de los edificios, que saltaba de azotea en azotea, que se escondía a mis miradas furtivas, pero que me acechaba en la noche.

 Ramiro también compartía mi paranoia. Una noche incluso llegó a oír una pezuña rascar en el pasillo de la escalera, frente a su puerta.

—Sería un gato —le dije yo tembloroso el día que me lo contó.

—¡Pues tendría complejo de elefante, porque a base de rascar se cargó tres losetas! —me replicó Ramiro, inquieto.

Pero no podíamos decir nada, con la “mala follá” que tengo seguro que me habrían implicado como cómplice en los asesinatos, me habrían acusado de perjurio o me habrían puesto una multa por no ponerle el chip de la “Tarasana” (centro de control animal municipal) al bicho. Aun así, la vida seguía, y como es propio de esta época, todo el mundo se había buscado una pareja, como en Bambi, ya sabéis, Tambor con la conejita, Bambi con la ciervita, la curianita con el curianito, el pollo con la ..... no, mejor no lo digo, que eso suena muy mal. En fin, que todo el mundo se había buscado perica. Antoine estaba saliendo con el amor de su vida, una chica de la clase muy simpática, llamada Santiaga; Ramiro, por su parte, se había pillado a una aragonesa de bandera llamada Palmira; incluso Makcoma, que en realidad se llamaba Manolo pero le decíamos así por cierto trance metabólico con denominación de signo ortográfico que tuvo, y que era como yo del club de los célibes forzosos, llamado por otros “de los alérgicos a las roscas”, había tenido sus asuntillos con cierta ex novia ninfómana (el muy traidor).

Eso era contando el club de los solteros, que el resto de los tipos ya estaban “casados” hacía tiempo. Renato, un amigo de “Madris” muy majo que tenía novia pero aspiraba a la poligamia, Modesto el “Bigfoot” que tenía a su Eli Cuadora en el pueblo y Jorge Peazo, al que llamábamos así porque era un “peazo” de pan, y no porque se tirara unos peos muy gordos; este último tenía a su medía naranja y parecía que estuvieran prometidos desde chiquitillos, como los chinos.

El caso es que yo estaba más solo que Marco en el día de la madre. Pero incluso Marco tenía a Amelio, que lo sé yo, que siempre lo miraba con ojitos golosos. ¿O, por qué coño si no estaba siempre tan alegre el mono? Que me lo expliquen. Estaba comenzando a sentirme como el farolillo rojo, el último de la liga. Sí, ya sé que hay otras personas que están en peor situación que yo, que no han estado con nadie en su vida, que en esas cosas no hay que tener prisa, que hay gente que no tiene para comer, que en Etiopía se pasa mucha hambre, que si te masturbas con una bolsa en la cabeza te mueres, que en tiempos de Franco no pasaba esto...

Pero la verdad es que desde que dejara a mi ex novia maníaca, Selene, (eso sí que es una historia), sentía añoranza por estar con alguien, concretamente por estar con alguien en una casa solitos, y ligeritos de ropa, y.... como empiece así no hay quien me pare. Resumiendo, que estaba “ mu cachondo”, que diría un castizo. Estaba todo el día dando la tabarra a Ramiro, que si qué cachondo estoy, que si no encontraba a una hembra que “me hiciera tilín”, que si me han echado, no me quieren, pobrecito que va a hacer, busca a alguien que le cuide y le sepa comprender... todas esas gaitas. Y es que, cuando me pongo existencialista, me pongo existencialista. Estaba insoportable. Estaba en el plan de “yo no te pido que me ayudes pero... ¡Por tus muertos haz algo!”.

Historias que no contaría a mi madre. Volumen 1Where stories live. Discover now