Capítulo 21: Independiente

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Llevaba como media hora intentando zarandear a Nate para que despertara porque no quería arriesgarme a gritarle y que sus padres o el mío, me descubrieran, pero mis manos siempre terminaban atravesando su cuerpo sin llegar ni siquiera a rozar su piel. Así que me tumbé boca arriba junto a él y resoplé a punto de rendirme mientras afuera la lluvia golpeaba la persiana de la ventana como si quisiera atravesarla, y el viento silbaba. Respiré hondo en un amago de calmar la impotencia. No podía sacarle de allí sola. Necesitaba ayuda, pero nadie podía verme en esa forma, ¿no? Excepto mi madre y Nate. ¿Debía despertarme? Se me formó un nudo en la boca del estómago nada más pensar en lo frágil que se veía mi cuerpo en el hospital. Tragué saliva y subiendo los párpados, giré mi cabeza hacia Nate para mirarle, recordando en el momento en que nos vimos esa mañana. Tal vez tenía que haberme quedado con él e insistirle en que me contara todo, entonces Maya seguiría estando conmigo.

Me incorporé rápidamente cuando me di cuenta que la única persona que conocía mejor a Nate después de él mismo, era Vítor. Eso era, tenía que hablar con él. Justo en el instante en que ese pensamiento cruzó mi mente me hundí en un enorme abismo que se abrió debajo de mí y me arrastró lentamente a la oscuridad. De un momento a otro estaba cayendo sobre un cielo oscuro y lluvioso e instintivamente extendí los brazos hacia arriba queriéndome sujetar a algo, pero lo único que me rodeaba era aquella intensa lluvia que aún se precipitaba sobre Londres. Cerré los ojos y segundos después aparecí de pie en mitad de un loft de estilo moderno y de toque rústico con vigas de madera vistas, techo inclinado y claraboyas, y suelo de madera de roble. Olía a jazmín. Mientras me recuperaba del mareo que ese extraño viaje había provocado, eché un vistazo: Estaba en mitad de la habitación principal del ático, entre la sala de estar y el comedor junto a la cocina. Eran un todo. No había tabiques que los separara solo las vigas situadas a los extremos de la sala y que fingían sostener la estructura. Caminé hacia la sala de estar dejando a mi espalda una mesa-comedor, blanca, con exactamente seis sillas negras de estilo moderno, tres a cada lado, y tras ésta una cocina compuesta por dos encimeras, una frente a la otra. La madera se complementaba perfectamente con el acero inoxidable de los electrodomésticos; Pasé la sala de estar, únicamente amueblada por un sofá blanco de cuero, una mesa baja oscura y un sillón marrón claro, y me paré en el marco de una puerta a la izquierda –frente a la entrada principal- que daba a un estrecho pasillo en el que oía un murmullo. Me asomé disimuladamente y me encaminé hacia la habitación a lo lejos al comprobar que las voces procedían de allí.

-¿Y él por qué le puede pegar y yo no?-escuché una voz femenina con un tono irritado.

-¿Porque eres una chica?-le respondió otra.

-¿Y qué? Tengo más fuerza que éste para golpear a ese idiota.

Entré en ese momento y vi a una chica con una larga melena pelirroja, sentada en una cama de matrimonio sobre la cocha gris oscura junto a otra quién sí estaba metida entre las sábanas, con el pelo oscuro y ondulado y que parecía encontrarse enferma. Ambas tenían la espalda apoyada en el cabecero. La cama se encontraba a mi izquierda, perpendicular a mí. Vítor estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas en la esquina frontal a mí con los ojos cerrados, tenía el mentón morado. Vestía unos vaqueros y una simple camiseta negra de manga laga. Un segundo chico en vaqueros y una chaqueta de poliéster azul clara, se mojaba bajo la lluvia apoyado en la barandilla de una pequeña terraza tras el ventanal doble de cristal que en esos momentos estaba cerrado. Me miraba curioso pero no hizo el amago de entrar y decir a los demás que estaba allí.

-¿Y ésta quién es ahora?-preguntó la pelirroja, molesta, levantándose de la cama y colocándose justo delante de mí. Era ligeramente más alta que yo, y flaca pero lo llevaba con estilo bajo esos pantalones oscuros y la camisa azul, y aquel voluminoso cabello. Me miró de arriba abajo con desconfianza.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora