Capítulo 24: Extranjero

584 40 36
                                    

Me desvelé hasta en cuatro ocasiones durante la mañana, y en todas ellas me obligué a seguir durmiendo. Me moví inquieta, trastornada por un mal sueño provocado a raíz de mis oscuros pensamientos. Fui consciente a medias cuando le pasé a Nate un brazo sobre el abdomen para en algún momento después darle la espalda o cuando simplemente me pegué a su brazo, que descansaba en el costado, y le agarré de la mano antes de que me venciera de nuevo el cansancio. Si le desperté, no le oí quejarse.


El frío y la niebla de la noche se alzaban sobre el Támesis y empezaba a cubrir Londres. Corría a toda velocidad junto al río, perpendicular a Tower Bridge Road, escuchando mis pisadas en la desértica y mojada acera. La helada brisa que chocaba contra mí, se hincaba como agujas en mi garganta desnuda y convertía el cálido aliento que escapaba de mi boca, en una fugaz bola de humo. Hacía frío. Tenía frío. No me gustaba, no cuando significaba que él se encontraba muy lejos de mí, porque me sentía expuesta a todo, frágil. En carne viva.

Me preguntaba cuánto llevaba corriendo mientras lo hacía, y desde dónde había partido, pues mis piernas flaqueaban y el corazón se me iba a salir de la boca.  Aparté la vista del frente y miré a la derecha, a lo lejos el puente de la torre se alzaba majestuoso sobre las gélidas aguas del río. Algo me golpeó el pecho desde dentro -un latido demasiado profundo- y una irracional ansiedad me quemó las venas. Allí, allí debía ir. Me estaban esperando.  En ese momento, por encima de mi ruidosa respiración, escuché pisadas detrás de mí a toda velocidad. Volví la cabeza sin detenerme justo cuando una negra sombra se cernió sobre mí y me tiró al suelo, deslizándonos unos centímetros antes de frenarnos. Un gemido desalentador salió de mi interior. No llegaría al puente, no antes de que fuera demasiado tarde. Con el corazón en la boca, jadeante, apoyé las manos contra el pavimento -ennegrecidas por la suciedad que habitaba en éste junto con unas afiladas piedrecillas que se me habían clavado en las palmas y me palpitaban de escozor- y me levanté dejando que las lágrimas se desbordaran.

 

-Era él o nosotros. Has elegido bien-El viento arrastró una voz masculina que me susurró.

Sobrecogida, examiné alrededor dando una vuelta sobre mí misma, esperando sin éxito ver quién me acechaba en la oscuridad.

-¿Elegido? ¡Vosotros habéis elegido por mí!-grité furiosa rompiéndome la voz-. Por favor, dejadme despedirme.

-Ni siquiera deberías haberle conocido. -Su tono era neutro-. ¿Acaso habrías puesto en riesgo lo que eres? ¿Habrías sido capaz de perder tu gracia?

-Le habría elegido a él-exhalé a penas sin aire sobre la fría noche, con la mirada fija en el puente. Le había traicionado.

 

Un grito desgarrador salió de mi garganta cuando vi cómo dos sombras arrojaban un cuerpo al Támesis. Enloquecida, estaba lista para ir tras él cuando dos manos invisibles se cerraron en torno a mi garganta y me asfixiaron sin darme la oportunidad de luchar. Antes de perder la consciencia, le susurré un "te quiero" al chico sin vida que se hundía en las frías aguas, deseando morir con él.



Entreabrí los ojos una quinta vez por culpa del molesto sonido de la alarma y me llegó directo a la nariz el desagradable olor a tabaco impregnado en su ropa. Tenía la cabeza sobre su pecho y el brazo –que no me estaba aplastando contra el colchón- volvía a abarcarle la cintura, preparado para ayudarme a presionar su cuerpo contra el mío si éste lo requería.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora