4-El viaje a casa

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Los soldados emprendieron la marcha mientras yo me despedía de Telamón. Bajé los escalones de piedra, disfrutando del frescor de la brisa primaveral. Hacía suficiente frío para llevar un manto durante el día, lo cual haría necesaria una tienda por la noche. Los carromatos que llevaban los suministros, la comida y las tiendas para nuestra caravana iban en último lugar. Vi a Kara esperando en silencio junto a Sylla y mi sanador, Kuros.

Kuros era un hombrecillo extraño, otro de mis empleados, mo un esclavo. Era un etrusco procedente de una tierra situada al norte de Grecia. En los días en que me dedicaba a la piratería, antes incluso de que se me conociera como la Destructora de Naciones, derroté a una banda de piratas etruscos cerca de Córcega. El sanador que iba a bordo del barco era experto en una serie de artes curativas que yo no conocía.

A cambio de su libertad Kuros, me enseñó las técnicas curativas aparentemente mágicas que conocía. Una vez obtuvo la libertad, el hombrecillo cambió de opinión y solicitó ser mi sanador privado. Sylla le dijo algo a Kara y la rubia asintió mientras mi doncella se montaba en el carromato al lado de Kuros. Fui hasta Kara y le indiqué que me siguiera. Tuve que acortar de forma considerable las largas zancadas que me salían de forma natural y así y todo, Kara casi tuvo que echar a correr para seguirme.

- Señora Conquistadora- dijo Alexandra, entregándome las riendas de mi caballo.

Tenorio era un semental negro como la noche que tenía la fuerza de toro y la agilidad de una mariposa. Era un caballo de guerra como ningún otro y para mí valía más que todo el oro de Grecia. El orgulloso animal nunca había sentido a nadie que no fuera yo sobre su lomo, pero estaba convencida de que el animal aceptaría la pequeña carga adicional que yo tenía en mente.

- Ésta es mi nueva... esclava personal- le dije a Alexandra, sin saber muy bien porque me negaba a usar las palabras "esclava corporal"- Se llama Kara- terminé, y Alexandra saludó a muchacha con la cabeza- Kara, ésta es Alexandra, capitana de mis ejércitos. Si alguna vez me separo de ti, la suya es la cara que tienes que buscar. ¿Comprendes?- era como si tuviera que preguntarle a Kara directamente si me comprendía, porque si no jamás la oiría pronunciar palabra.

- Si, mi señora.

Me monté de un salto en el musculoso lomo del semental y le ofrecí la mano a Kara. Vi que tragaba saliva y cuando me cogió la mano, advertí que estaba temblando. Me eché hacia atrás en la silla.

- ¿De qué tienes miedo?- pregunté confusa.

Levantó la mirada y fue la primera vez que sus ojos se encontraron con los míos sin que yo tuviera que obligarla. Miró de nuevo al animal y dijo suavemente:

- Es muy grande, mi señora.

Me eché a reír y los que nos rodeaban se volvieron para mirarnos. Era muy raro verme reír, pero el miedo de la pequeña muchacha me parecía muy lógico. Era por lo menos dos cabeza más baja que yo y pensé que si yo fuera de su tamaño, yo también estaría un poco preocupada.

- Dame la mano, Kara- ordené y ella así lo hizo obedientemente.

La subí sin esfuerzo a la silla colocándola delante de mí. Al fin y al cabo, no pesaba más que un saco de higos. La acomodé para que se apoyara en mi cuerpo y el calor que eso me provocó entre las piernas era una sensación que hacía mucho tiempo que me había acostumbrado a no sentir. Atisbó por el costado del caballo y se echó hacía atrás de nuevo. La miré con sinceridad mientras nos poníamos en marcha.

- No te preocupes, Kara. Tenorio no dejará que te caigas- dicho lo cual, le rodeé la cintura con el brazo y la pegué a mí. Tardé mucho rato en quitarle el brazo de la cintura.

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Where stories live. Discover now