EPÍLOGO

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Tengo celos a todo aquel que te mira,

Tengo celos de aquellos que pueden escucharte reír,

Tengo celos de aquella que puede tocarte.

Sonrió al sentir los labios en su hombro, se carcajeó cuando sus manos se posaron en su cintura, la hizo subir en su regazo, la joven cubrió sus pechos pero él negó con una sonrisa en la boca. Caro pasó sus manos por el pecho del hombre delineando con sus dedos los tatuajes, lo escuchó reír y subió su mirada; aquellos ojos oscuros la veían con intensidad.

Llévame contigo pa donde tú quieras, yo me voy contigo amor —susurró y el hombre tatuado se echó a reír, en los últimos días la había escuchado cantar, riendo mientras llevaba su playera. Era hermosa, así, tan sencilla y a lo lejos viéndolo.

La joven se bajó de su regazo y tomó la playera del hombre para ponérsela, pero no logró escapar porque ya la tenía presa entre la pared y su cuerpo. La pelirroja miró su pecho sonriendo ante la pequeña marca que le había dejado, le era difícil controlarse cuando lo tenía cerca. Tan cerca.

Levantó la mirada y sus ojos oscuros la veían con curiosidad, estaba mirándola con picardía. Bajó la mirada y negó divertida al verlo desnudo, así que entre sus manos tomó su miembro causando que diera un brinco y dejar escapar un gruñido. Pero el castigo que ella quería darle no duró mucho, ya que el tatuado la levantó llevándola a la cama, lentamente le quitó la playera y la ropa interior, dejándola desnuda en su cama.

El hombre miró hacia la ventana viendo los rayos entrar por ahí y luego la vio a ella, sus ojos chispeantes, el cabello rojo esparcido en la almohada blanca y deseosa por él.

Apostaría su vida por esa carita, esa que solo él provocaba entre cuatro paredes. Colocó sus manos a cada lado de su cabeza, se inclinó pasando su nariz por su cuello recogiendo su aroma y la suya, ambas mezcladas creando algo único, algo a lo que ya era adicto. Besó su cuello robándole suspiros que lo mantenían loco, bajó su boca hasta las comisuras de sus pechos sonriendo, ahí donde estaba el pequeño símbolo.

—Me gusta —señaló el hombre y la chica llevó sus manos al escaso cabello que tenía pero que le encantaba tener entre sus dedos. Siguió bajando, recorriendo su piel con suaves besos que solo la hicieron sentir pequeñita, y lograr que temblara.

Lamió cada tatuaje, cada marca y lunas, e incluso las pecas que pocas veces le gustaban. Recorrió sus piernas blancas con tintas, deteniéndose por largo tiempo, como si tuviera miedo de que ella fuera un sueño.

—Estoy aquí, soy real —la chica llamó la atención y él terminó sentándose desnudo, ella se acercó acariciando su rostro, viendo el miedo pero solo duró por cortos segundos—. ¿Amor?

—A veces me levanto creyendo que solo eres un sueño —explicó y la muchacha se colocó encima del hombre, ambos gimieron ante el roce de sus sexos, sus ojos chispearon y rápidamente las manos de él la envolvieron. Ella cerró los ojos y la boca del tatuado la atrapó, jaló su labio y lo chupó sin dejar de verla—. Jodida mujer.

—Hazme tuya.

—Este es mi lugar favorito —dijo con la voz ronca, arrastrando cada palabra.

— ¿Cuál? Oh...—la muchacha blanqueó los ojos cuando él se introdujo dentro de ella. Caro clavó sus dedos en los hombros tatuados del hombre, pasó su boca desde su quijada hasta su cuello, lamiendo su piel—. Lucio...

—Dime, amor —sonrió manteniendo sus manos en la cintura de la muchacha, la hizo subir y bajar, la joven terminó arqueándose mientras el grandote la devoraba, una y otra vez ese día. Y aunque hubiera querido quedarse por más tiempo, tanto; tenían una fiesta a la cual asistir.

UNA CERVEZA Y ALGO MÁS (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora