Capítulo VII

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Me desperté bañada en sudor y envuelta en lágrimas, tenía un nudo en el estómago que no me permitía sentir otra cosa que dolor y sufrimiento. Confundida, busqué el cuaderno para tranquilizarme, pero no estaba. Mi mente comenzaba a recordar lo que había ocurrido hacía unas horas.

Costaba creer que hubiese desperdiciado tantas oportunidades, tantas ocasiones en las que dejar ese asqueroso cuaderno en su mochila y de negar ese impulso de seguir leyendo...Pero rechazar todo aquello ahora tiene un precio, y mucho más doloroso de lo que jamás hubiese imaginado.

Ya jamás podría sentir los labios de Dakku sobre los míos, sentir su cálida mano sobre la mía como si se tratase de una manta de terciopelo, ni siquiera perderme en su profunda mirada...Sus ojos me habían cerrado las puertas con llamaradas de ira.

Solté un sollozo: Le había perdido, había perdido a Dakku.

Agolpé la almohada contra mi cara y comencé a llorar. No me quedaban fuerzas, no me quedaban ganas, no me quedaba él.

Cuando el dolor parecía comenzar a desvanecerse, el ruidoso despertador de Nina me hizo estremecer. Entre dolor y lágrimas, había perdido la noción del tiempo.

- ¡Despierta, Alice! - gritó con pleno entusiasmo - ¡En quince minutos debemos estar preparadas para la excursión! ¿No estás emocionada?

Parpadeé rápidamente para secar mis lágrimas. Nina ya había hecho demasiado por mí, no merecía que le molestara constantemente con mis problemas.

Después de preparar nuestras mochilas fuimos al autobús, que para mí sorpresa, no era el elegante vehículo que me trajo directamente a Dragflyers, sino una vieja tartana amarilla envuelta en una nube de humo. Por supuesto, era un vehículo mucho más adecuado para la montaña, pero no pude evitar arrugar la nariz.

Paseé por el estrecho pasillo entre los asientos buscando donde sentarme, sin embargo, no pude evitar observar a Dakku, escondiéndose de mí tras su cuaderno. Su faz estaba teñida de rojo, aunque no sabría decir si trataba de vergüenza o solo hacerme percatar de su ira. Encogí los hombros y le sonreí levemente, pero no hubo respuesta alguna.

Al encontrar un asiento vacío, me hundí en el y luché contra las lágrimas. El vehículo arrancó bruscamente y las voces de los alumnos comenzaron apagarse en mis oídos: Comenzaba a vagar entre mis pensamientos, como hacía cuando las dudas me agolpaban.

Mi consciencia despertó en el momento en el que frenó aquella tartana. Sentí un gran alivio al bajar de ella, no pude evitar suspirar. Nina me regaló una sonrisa inocente al verme y me hizo un gesto para que me acercara. Ella colocó la mano sobre mi hombro y entornó las cejas con preocupación.

- Parece ser que nos van a separar...No te separes de tu grupo ¿De acuerdo?

Lo que me faltaba por oír. Fingí una sonrisa y asentí, aunque por dentro habían llamas. Ahora sí estaba completamente sola.

- Luego hablamos - dijo ella, con felicidad plena.

Era una amante de la biología, pero por primera vez, no pude prestar atención a las charlas de la flora que lanzaban los monitores. Mi mente estaba en otro sitio, y mis pies, golpeando las piedras del camino.

El ambiente se oscureció, y en el momento en el que levanté la cabeza, una gota de agua chocó contra mi nariz. Estaba lloviendo. No, no estaba lloviendo, era una tormenta. Los monitores, perplejos, guiaron a todos a una cueva: No recordaban rayos y truenos en la predicción del tiempo de hoy.

Escurrí mi cabello y observé pacientemente la cueva: Era enorme, plagada de pasadizos que explorar. No lo dude ni un instante, ¿Qué mejor para sonreír que una aventura emocionante? Después de todo, perderme era lo que menos me importaba, iba a estar sola de todas formas.

Vagué por un camino mientras silbaba, hasta que comencé a escuchar voces.

- Ya no me sirves para nada...

A medida que me acercaba, las escuchaba con más claridad. Comencé a correr, correr a gran velocidad. Algo no iba bien.

- No puedo dejarte con vida después de esto...

Sentí una punzada en el corazón al escuchar aquello, pero continué, continué corriendo, tratando de reprimir el terror que vivía en mi pero...

¡Pum! Choqué contra un muchacho, alguien cuya identidad conocía demasiado.

Caí contra el suelo y me torcí el tobillo. Grité de dolor. La figura, que veía con borrosidad por el impacto, se agachó y colocó su mano sobre mi tobillo. Una mano pálida, pero que transmitía calor.

- Tranquila, se curará - dijo, con neutralidad - Yo me encargaré de ello.

- Debo seguir, escucho amenazas... - escupí. Mi vista ganó nitidez, pero hubiera preferido perder la visión a encontrarme con este individuo. El joven del cuaderno negro, Dakku.

- ¿Tú también las oyes? - decía, mientras deslizaba su mano lentamente, hasta llegar a mi mejilla. Mi faz se tiñó de rojo - Creía que me estaba volviendo loco, por eso estoy aquí.

- ¿Porque me estás ayudando?

Dakku no respondió, solo se acercó y me miró a los ojos. Cuando nuestras miradas se unieron y nuestras manos se entrelazaron, me regaló un dulce beso.

- Porque, por mucho mal que me hayas hecho, no puedo dejar de escuchar tu melodioso nombre en mi mente. Sé que tú no eres un monstruo - dijo, asintiendo y sin dejar de observarme. Sus ojos brillaban como dos hermosas perlas negras. - Confío en tí.

Aquel momento fue destruido por un sollozo descomunal que pedía ayuda. Dakku me ayudó a levantarme y me llevó junto a él a toda velocidad por el pasadizo. Era una situación alarmante, pero no pude evitar sonreír: Dakku aún quería estar conmigo.

Fué a penas un minuto, pero se convirtió en un sueño eterno del que no quería despertar.

Acabó demasiado pronto.

- Por favor, no...

Esta vez era otra voz, la misma que sollozaba. Observé a mi alrededor y pude comprobar que ya no estábamos en el estrecho pasadizo de la cueva, sino en una especie de estancia de la misma, altísima, con un estanque amarillento que cubría prácticamente todo el suelo.

Había una figura en el fondo, más bien, dos. Íbamos a tanta velocidad que dudaba si lo que veía era cierto y necesité unos segundos para asimilarlo. Dakku estaba totalmente paralizado, sin saber como reaccionar.

- Ayuda...

La joven lloraba, tenía una mano en el cuello que la impedía respirar y la visión borrosa: Sus gafas de montura escarlata yacían rotas en el suelo. Tragué saliva.

La muchacha que le agarraba giró la cabeza lentamente hacia mí y trazó una siniestra sonrisa.

Anna. Anna estaba apunto de erradicar la vida a Maggie.

- Dakku - escupió Anna, como si se tratase de un amargo placer - Que...ganas tenía de verte.

Traté de levantarme, pero él me detuvo y extendió su brazo cortándome el paso.

- Quédate aquí, yo me encargo.

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⏰ Son güncelleme: Jun 21, 2020 ⏰

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