Capítulo II

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Me desperté por tercera vez esa noche, no podía dejar de pensar en las afiladas miradas de Anna y Maggie repitiendo a mi subconsciente que tenía algo que hacer.

Me incorporé bañada en sudor y miré el reloj: eran las cinco de la mañana. Traté de volver a dormirme, pero sabía que si lo hacía, volvería a encontrarme con la misma pesadilla. En ese instante, un pensamiento acuchilló mi mente.

Era un plan tan arriesgado que podrían incluso echarme del instituto, pero no tenía otro remedio. Tragué saliva y contuve las lágrimas.

Me levanté cautelosamente y caminé descalza hasta la puerta. Nina estaba profundamente dormida, así no me podría delatar. No pude evitar trazar una sonrisa.

Los pasillos eran amplios y mis ojos aún no se habían acostumbrado a la oscuridad, así que me apoyé sobre la pared y pensé en el plan. Había escuchado que Dakku dormía junto a su madre, Madison, en una habitación especial al final del pasillo. No tenía porque ser tan difícil, al menos, esa mentira me resultó esperanzadora en su momento.

Caminé durante varios minutos, sintiendo el crujir de la moqueta bajo mis pies. Mis ojos ya distinguían las puertas y las paredes con claridad, así que no tuve ningún problema de orientación. Cuando visualicé la puerta al final del pasillo, sentí como mi respiración se entrecortaba. Ahora venía lo difícil. Comencé a sentir las lágrimas acariciar mis mejillas. Tenía miedo, y mucho.

Apoyé mi mano sobre la puerta, y casi se me para el corazón cuando esta se abrió emitiendo un leve chirrido. Estaba abierta, sin ninguna seguridad aparente. Suspiré aliviada.

La habitación era mucho más pequeña que la mía, dónde afortunadamente cabían dos camas de tamaño medio. La habitación estaba iluminada con una vela, que iluminaba el rostro de la conserje del instituto: Castaña, de faz morena y sonrisa encantadora. Justo al contrario que su hijo.

Deseché mis pensamientos y volví a ubicarme. Debía encontrar el cuaderno de Dakku. De la forma más silenciosa que pude, me desplacé en su búsqueda. Bingo. Su mochila estaba entreabierta.

Introduje mi mano y saqué el cuaderno cautelosamente, sintiendo mi propia mano palpitar. Una vez lo saqué, lo agolpé contra mi pecho y sonreí.

Corrí fuera de la habitación sintiendo la euforia de haber completado aquella misión tan arriesgada, sin embargo, esta rápido derivó en culpabilidad. Comencé a caminar despacio.

- ¿Qué hago...? - susurré, observando el cuaderno con temor. Ya no había vuelta atrás, no podía volver de nuevo y guardarlo. Sentí como defraudaba a mi madre  a cada paso que daba en dirección a mi cuarto, pero sabía que no podía hacer nada.

Sin embargo, esa sensación se desvaneció cuando vi una sombra acercarse a mí. Busqué un lugar dónde esconderme, pero no había más que paredes y puertas. El corazón empezó a golpear mi pecho.

Estaba a punto de perder la esperanza, cuando un pilar cobró nitidez en la oscuridad. Corrí y me escondí tras él con cautela. La sombra aceptó la derrota y giró escaleras abajo. Suspiré aliviada.

Volví a mi habitación sin ser vista, Nina seguía durmiendo dulcemente entre sus sábanas de algodón. Caminé de puntillas hacia mi cama y me dejé caer silenciosamente en ella, celebrando mi éxito.

Encendí la lámpara de noche con poca intensidad, pero lo suficiente como para poder leer. Me acomodé en la cama, con la espalda apoyada en la almohada y las piernas entrecruzadas. 

Aquello parecía cualquier tarde de verano en el apartamento, en las que observaba como el cielo se teñía de naranja mientras leía algún clásico literario...Sin embargo, aquella noche no iba a parecerse a ninguno de esos bellos atardeceres en absoluto. 

Abrí cautelosamente el cuaderno, y un aroma a lavanda me envolvió de inmediato. Sonreí.

 En ese momento, toda mi vida cambió por completo.

Dakku tenía una caligrafía digna de admiración, así que no me costó en absoluto entender lo que escribía, aún así, pensaba que quizá personas como Anna o Maggie no lograrían comprenderlo.

No era un diario, pero tampoco era un simple cuaderno. Cada página era un mundo nuevo. Poesía, narrativa, o simplemente sentimientos plasmados en papel... Él tenía una forma muy bella de escribir, en la que sacaba todo lo que su alma sentía y su cabeza pensaba y lo juntaba utilizando nada más que emoción pura y una pluma de color azul marino. 

Sentí mis mejillas arder. Nunca había leído algo tan maravilloso. 

Pasaba páginas sin pausa, mientras perdía la noción del tiempo en sus escritos. Cada párrafo me hacia sentir más emoción bailando en mi alma, filtrándose en mis labios hasta trazar una sonrisa, hasta que, finalmente, llegué a la última página. Esa emoción se transformó en desconcierto. 

12 de septiembre, ayer. La última página con contenido tenía esa fecha escrita. Volví al principio, Dakku escribía en el cuaderno todos los días desde hace 9 años, y cada vez su escritura era más prodigiosa. Sonreí, necesitaba más historias, más poemas, más sentimientos...

...Necesitaba más ¨Dakku¨

El Cuaderno de DakkuDove le storie prendono vita. Scoprilo ora