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~Luna~

Aquella noche estaba bañada en niebla. El frío provocaba escalofríos en su cuerpo, mientras caminaba al compás de los latidos de su corazón.

du-dum
Una rama que pisó causó mucho más estruendo del que le hubiera gustado, provocando que pegara un pequeño salto en su lugar. Pasó saliva, pensando que se encontraba bien, que no tenía sentido asustarse por un sonido tan normal y que debía llegar a su casa lo más pronto posible.

du-dum
Tres murciélagos decidieron hacer aparición en aquellos árboles. Lo sabía porque los había contado. Se detuvo, una vez más, observando aquella blanca luna con admiración y respeto.

<<Por favor, permíteme volver a casa en una pieza...>> pensó, respirando de manera más calmada.

Sus latidos habían dejado de invadir sus sentidos, alterando su sistema de más, lo que era una gran ventaja. Ahora podía prestar más atención a su alrededor, estar alerta a verdaderos peligros.

Comenzó a acelerar el paso de su caminata, siempre manteniendo un ritmo adecuado en el aire que inhalaba y exhalaba, pero un sonido particular le congeló el cuerpo en cuestión de milisegundos.

No podía describir aquel sonido, pero era agobiante, incómodo, siniestro... Aquel simple pitido que parecía incesante, no era sólo un pitido. Habían... ¿risas? No, no eran risas, era un sonido muy conocido para su oído pero no podía identificarlo.

Notó que, a medida que más se acercaba a su cabaña, más aturdía aquel sonido, pero no detuvo su paso.

Hasta que sintió otra presencia en su entorno.

du-dum
Había alguien cerca, lo presentía, lo sabía, y no era una buena presencia. Comenzó a correr hacia la cabaña que ahora podía ver, dejando a su cuerpo preso de los instintos que sus padres tanto le habían insistido en desarrollar.

"—Recuerda, Al, debes confiar siempre en tus instintos, pueden salvarte de situaciones que no puedes imaginar—dijo su padre, Rob—. Siente el miedo, la necesidad de defenderte, pero no dejes que te invadan los sentidos, o te convertirás en un monstruo sin emociones.

—Basta, Rob, no seas tan duro—interfirió Carl, abrazando a Al por los hombros—. Aunque tu padre tiene razón, debes tener mucho cuidado allí afuera. Recuerda que nos tendrás a nosotros para lo que necesites..."

<<Respira profundo Alex, un ataque es lo que menos necesitas ahora. No dejes que los miedos te nublen la cabeza...>>

Corrió dentro de la cabaña, sonriendo al encontrar las luces prendidas y el fuego de la chimenea encendido...

¿El fuego encendido?

Se suponía que había salido a buscar leña para encenderlo junto a sus padres...

<<RESPIRA ALEX, TRANQUILÍZATE. TIENES QUE BUSCAR A TUS PADRES Y CONTARLES LO QUE SUCEDIÓ EN LA FRONTERA DEL BOSQUE>>

Subió escaleras arriba, abriendo la puerta de la habitación de golpe, pero sólo encontró la cama deshecha. Maldijo por lo bajo, chequeando las otras dos habitaciones, el baño y la suya, pero nada.

Abrió su cómoda, buscando su tranquilizante personal. Sonrió al verlo, notando como sus ojos se aguaban levemente, pero sacudió su cabeza, queriendo concentrarse en lo que debía hacer en ese momento. Sus padres no estaban en el primer piso así que debían estar en la cocina, no había otra opción.

Presionó su collar contra su pecho, pensando en que debería colocarlo alrededor de su cuello de una vez por todas.

Bajó las escaleras, presionando con fuerza exagerada el barandal de éstas, con miedo a caer por el apuro. Llegó a la planta baja, pasando saliva por segunda vez en aquellos minutos, caminando lentamente hacia la puerta que separaba la sala de estar de su completa calma.

—¿P-Papá? ¿Alguno está ahí?—preguntó al borde del llanto. Inhaló profundamente, tomando la perilla en su mano izquierda. Cerró sus ojos con fuerza y abrió la puerta de golpe, sintiendo como la oscuridad le absorbía el cuerpo.

<<¿QUÉ ES ESTO?>>

Alex sentía la invasión e incomodidad, pero la gota que colmó el vaso fue la respiración en la esquina de la habitación.

Sentía ceguera. ¿Dónde estaba? En la cocina debía haber una ventana y una puerta con vidrios, así que, mínimo, debería ser capaz de visibilizar algo, pero era todo negro.

Ya con la mente cansada de sentir miedo e impotencia, decidió sumirse en su interior, en busca de aquellos instintos que sus padres le habían enseñado a manejar. Pudo notar que las paredes de la habitación tenían las mismas dimensiones que la cocina, por lo que se había equivocado, aunque la ausencia completa de luz seguía siendo un misterio.

—¿Papá?

—Alex...—susurró la voz de la esquina. Sintió pequeñas lágrimas caer por sus mejillas, pero las limpió de inmediato y se dirigió con completa confianza hacia el lugar. Había encontrado a Rob, pero no tenía idea de dónde estaba Carl. Se lanzó a los brazos del adulto, sonriendo en grande—. ¿Sabes dónde está papá?

—No, no sé qué pasó... desperté recién. ¿Dónde estamos?

—En la cocina. No sé porqué, pero no puedo ver absolutamente nada así que tuve que depender de mis instintos...

—Está bien... Veremos cómo salir de aquí.

Con la ayuda de Alex, Rob pudo levantarse. Sentía mucho dolor en su abdomen y mareo, pero dentro de todo se encontraba bien. Estaba preocupado por su esposo. ¿Se encontraba bien? ¿Estaba herido? Sea lo que fuera, iba a averiguar lo que sucedía, pero debía de cuidar a su Xin, pase lo que pase.

Gracias a Alex, pudieron salir de la cabaña, encontrando a Carl parado en medio de la pequeña zona trasera libre de árboles, observando con pleno terror dentro de la oscuridad del bosque.

Sin necesidad de cuestionar más, la familia pudo salir de aquella cabaña, agradeciendo a la luna que la madre de Rob les permita pasar la noche en su casa.

Alex sólo observaba por la ventana trasera del auto a la cabaña que tanto solía apreciar.

Las ventanas que mostraban el interior iluminado, ya sea por la chimenea o por la electricidad, se habían sumergido en completo negro, causando escalofríos por todo su cuerpo.

Un pequeño brillo proveniente del interior le llamó la atención, hasta que lo descifró.

Aquellos pequeños ojos blancos, hambrientos y sedientos, observaban en la dirección que el auto se alejaba, iluminando junto a ellos una larga sonrisa en forma de luna menguante.

Tal vez, la luna no era su aliada como creía...

Tal vez, la luna no era su aliada como creía

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