─Me retiraré para asegurarme de que lleven todo lo que te gusta ─habló, tan rápido que ella apenas captó algo de lo que dijo─. En cuanto estés lista, enviaré a Sir Arthur a tu búsqueda. 

─Oh ─pero antes de que diga algo más, Rhaegar ya había dejado sus aposentos a una velocidad sorprendente─, está bien.

Vaella no pudo evitar soltar un suspiro y cerró sus ojos unos cuántos segundos, intentando calmar su propio ser para poder abandonar la tina de agua. Ahora sintió el viento mañanero chocar contra su piel mientras ella se movía por su habitación en completa libertad y desnudez. Algo que habría matado a su hermano sin dudas. 

Tomó un rosa dorado pálido que era un poco más grueso que fino, cubría todas las partes importantes y hacía relucir toda su piel blanquecina. La joven dejó su cabello suelto, sin querer hacer ningún tipo de arreglo en específico, consideró que llevarlo al natural sería lo mejor en ese día al menos. 

La puerta fue abierta, pero primero, se escucharon unas voces pidiendo permiso para ingresar y cuando se les fue concebido, de ella atravesó Lyarra acompañada por Alaena y Joanne. Las tres jóvenes damas de compañía no pudieron evitar sorprenderse porque ella ya estaba lista. Medianamente. Porque aún le faltaban algunos detalles pequeños. 

─Princesa, se levantó más temprano de lo que esperábamos ─Alaena dijo, acercándose hacia ella para tomar un aceite y colocando una gota sobre sus manos, lo paso por la larga melena de la chica. De este modo, le daba un aspecto mucho más sedoso y agradable.

─He dormido bien y gracias a ello, conseguí despertarme temprano ─comentó Vaella. Lyarra sonrió, tomando el perfume preferido de su princesa para así empezar a colocarlo sobre los puntos correctos.

─Todos hablan sobre cuán hermosa estabas anoche, princesa ─Lyarra le habló, Vaella sonrió a medias y Alaena rió un poco.

─Ya no es ninguna sorpresa como los Señores actúan con vuestra presencia, princesa ─admitió la joven flor─. Ha logrado que muchos pierdan la cabeza. Ha de ser increíble ser usted. 

«Dudo que por esas razones tan triviales, sea algo increíble ser ella» pensó Lyarra, mientras colocaba con cuidado un collar alrededor del cuello de Vaella.

─Si, sin dudas todos hablaban sobre usted, princesa ─Joanne musitó─, pero quién se ha llevado todas las miradas ha sido el príncipe. Incluso de la pequeña loba del Norte, ¿no es así, Lyarra? Vuestra loba salvaje ha estado muy interesada en él.

A Vaella poco le importaba aquello, pero fue la forma en que Joanne lo dijo lo que la hizo fruncir el ceño. Lejos de molestarse por cómo miran a su hermano, quería que se dirija hacia la familia de Lyarra con un poco más de respeto.

─¿Por qué habría algo de malo en cómo la joven Lyanna observa a mi hermano, Lady Joanne? ─habló Vaella, viéndola con una expresión que demostraba su seriedad, pero no perdía su elegancia con los gestos que realizaba─. Después de todo, nadie puede comparar contigo por cómo tú observas a mi hermano. Sueles dejar tu boca abierta, temo que un día de estos algún insecto se entrará en tu boca y nada bueno saldrá de ello ─Alaena fue la primera en tapar su boca para no reír ante al aspecto congelado de la leona, que no esperaba aquello. Lyarra solamente se mantuvo callada y serena, dejando que la princesa manejara aquella situación. Ya luego dejaría las cosas en claro con Joanne. 

─Ya está lista princesa ─murmuró Lyarra. Vaella se observó en el espejo y asintió con su cabeza.

─Muchas gracias, a las tres. 

La puerta fue golpeada, del otro lado, se escuchó la voz de Sir Arthur, avisándole que él ya había llegado por ella. Sin querer hacerlo esperar mucho más, la joven dejó sus aposentos.

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