Por instinto cubro mi cuello sintiéndome expuesto, va a darse cuenta en cualquier segundo. 

Maldición. 

— Es que hace frío —miento patéticamente, sabiendo que no creerá ni una palabra.

— Pero me has dicho varias veces que te incomodan —contraataca observándome—. Además nunca apartas así la mirada a menos que ocultes algo. ¿Qué pasa? 

— No es nada, en serio —respondo poniéndome de pie—. Ya casi es la hora de entrar a clases, será mejor que nos vayamos.

Me dispuse a caminar cuando siento que ella me agarra la muñeca, el dolor se hace insoportable causando que un quejido se escape de mis labios antes de que pueda contenerlo. 

— Dominik... —susurra levantando la manga, me libero bruscamente de su agarre temiendo que pueda ver mis moretones. Kara suspira pesadamente, sin dejar de ver mi muñeca—. No tienes que mostrarme lo que escondes allí, sé qué es. Aaron volvió a lastimarte, sabía que era cuestión de tiempo. 

La miro entrando en pánico, no quiero que piense eso. Además será complicado explicar todo lo que ocurrió, va a querer matar a Aaron si le digo lo que me hizo. ¿Qué pensará luego si se entera que acepté dormir con él? ¿Ella entenderá cómo me siento o creerá que estoy loco, que soy masoquista? 

No lo sé, pero no me quiero arriesgar a ver el rechazo en sus ojos. 

— Tu rostro —se acerca a mí con una expresión pálida, incrédula—. ¿Cómo no lo noté antes? Estás herido —suelta un pequeño jadeo ahogado. 

— Fue mi padre —espeto agachando la cabeza, evitando verla. Me siento mal por mentirle, pero prefiero que crea eso a que sepa la verdad. 

— Sé que tu padre es capaz de hacerte algo como esto, pero ambos sabemos que no fue él —contesta con una repentina tristeza—. Y no trates de volver a mentirme, sé que el señor Evans está de viaje hace dos semanas.

— ¿Qué? —levanto la mirada, sorprendido.

— Mamá fue a un congreso en Londres, siempre que viaja suele sacarse muchas fotos. En una de ellas vi al señor Evans junto a una bella mujer rubia, los tres estaban sonriendo a la cámara —responde cabizbaja.  

— Lo siento —susurro avergonzado, queriendo que la tierra me trague. 

¿Por qué no pensé en eso antes?

En la ciudad no hay mucha gente con nuestro nivel económico, la posibilidad de que su madre conociera a mi padre era muy alta. Mi mentira fue absurda, y que lo hiciera tan descaradamente debió lastimarla, justo lo que quería evitar. 

— No te disculpes, soy yo la que debe disculparse —dice con voz cansada—. En parte sé que estos días me preocupé por ti, pero no fue lo suficiente, te descuidé. 

— Eso es mentira —respondo enseguida—. Tú siempre te preocupas demasiado por mí, me has llamado incontables veces a lo largo de la semana, no entiendo por qué dirías que no fue suficiente. 

— Porque no lo fue, porque te llamé más por inercia que otra cosa —suelta dolida, sus ojos brillan cristalizados—. No pensé en ti, me centré en echarle la culpa a Fred cuando era obvio que no te pondrías tan mal por una pelea absurda como la que tuvieron. En el fondo sabía que había ocurrido algo peor y no hice nada. 

— Kara, mírame —le digo acercándome a ella, tomando su barbilla para que deje de mirar al suelo—. No tenías forma de saberlo, incluso si fuese obvio, y esto no es para nada tu culpa.

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora