02. El cóndor ígneo

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Ya que afuera, en el bosque que rodeaba el museo, había más de un alma que merodeaba el lugar como si fueran depredadores esperando su presa. Ocultos entre los árboles mientras caía la noche, varias de estas personas uniformados de negro, usaban gorras y gafas del mismo color equipados con rifles, navajas en sus botas y pistolas en sus cinturones, eran los renombrados terroristas.

A pasos acelerados, la cantidad de esos hombres armados aumentaba y el que lidera ese escuadrón estaba detrás de todos ellos, la persona que tenía mirada asesina llevaba las mismas ropas, pero la diferencia es que tenía una boina de color rojo y una barba, en su mano derecha poseía un pequeño audífono y con el cigarro en la boca, se lo quita para responder a su contacto.

—Ya hasta rodeamos el maldito lugar, si no sales de ahí, mis hombres también te dispararán y no me haré responsable.

—Que genio el tuyo —se quejó el enmascarado—. Solo me falta buscar algo y de ahí, te daré la señal para que entren... será un gran ruido.

Se corta la comunicación y el enmascarado se pasea por el vestíbulo mirando a cada rincón hasta posicionar su vista nuevamente al mural de Viracocha.

«Creo que es bastante obvio donde lo ocultan».

Al sacar esa conclusión dentro de sus pensamientos, el enmascarado caminó lentamente dirigiéndose al retrato del Dios andino.

Mientras tanto, Elías, Max y Marisol; ya estaban en la azotea. Los dos invitados se preguntaban dónde estaría lo interesante en un lugar tan vacío.

—Acerquémonos un poco al balcón, ahí estará lo prometido. —cuando dijo eso, Elías activa su pulsera y sale un reloj holográfico que estaba a punto de dar las seis de la tarde en cuestión de segundos—. Tengan su mirada fija en la ciudadela, no se despeguen de ella en; tres, dos, y... ¡ahora!

Lo que vieron fue un gran espectáculo de luces que se encendieron en perfecta sincronía, la capital se iluminó al instante y el paisaje quedó como un escenario de fantasía ante los ojos de Max y Marisol.

Lo que vieron fue un gran espectáculo de luces que se encendieron en perfecta sincronía, la capital se iluminó al instante y el paisaje quedó como un escenario de fantasía ante los ojos de Max y Marisol

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«Conseguí que se relajaran un poco. Bien, le escribiré a Luna que... ¡ah cierto!»

Mientras hablaba en su mente, Elías hizo un texto rápido escribiendo en la pantalla holográfica de su pulsera y hace el envío. Después saca sus lápices de colores del cuaderno para prestarle a ambos y dice:

—Quiero su opinión, estuve dibujando este paisaje en el día y al final me quedé dormido.

Max toma el cuaderno de dibujos y lo ve con su compañera, lo que estaba ahí plasmado era un boceto de la ciudadela de Cusco bien detallada.

—De verdad dibujas horrible —dijo Max, con una ceja elevada y ligera sonrisa.

—¡Malvado! Elías, no le hagas caso, a mí me gusta y dibujas muy bien.

Guardianes de MitosWhere stories live. Discover now